La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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El increíble horario menguante

El horario de verano es una innovación sin precedentes en el sistema laboral que no hay que confundir, pese a su asombroso parecido, con las vacaciones. Son casi lo mismo, pero con matices. En vacaciones uno, directamente, no va a trabajar. En el horario de verano uno tampoco va a trabajar, solo que indirectamente: el afortunado usuario de la llamada jornada continua sale de casa, entra en la oficina, ficha, se lleva al compañero a tomar café, vuelve a recoger la chaqueta de la silla, apaga el ordenador y a casita. Es lo mismo, pero con un rodeo. El horario de verano consiste, en esencia, en que como hace calor y a la peña no le apetece trabajar, pues se llega a un acuerdo salomónico entre la parte contratante y la parte contratada: se entra más tarde y se sale antes, para no abusar, que el termómetro está desatado y … Seguir leyendo

Los bárbaros del norte ya están aquí

Los alemanes son esos señores de bigote y bermudas infumables (la prenda, no los alemanes) que se pasean en chancletas por el Obradoiro como si estuviesen a punto de expropiar la catedral de Santiago (Códice Calixtino incluido) para saldar a las bravas el pufo multimillonario que parece ser que tenemos con el Bundesbank o el Deustchenosequé. Se creen estos tipos estirados y pagados de sí mismos que por habernos puesto una autopista, un aeropuerto y un paseo marítimo en cada esquina del país tienen los mismos derechos que ejercía aquel oficinista con manguitos de la posguerra que ponía piso con jaula de periquitos a su amante estrábica.
Al alemán, ya lo dijo Woody Allen, le enchufas un disco de Wagner y le entran unas ganas locas de invadir Polonia. Ahora han adquirido algo más de modales y ya no aterrizan al ritmo de la Cabalgata de las Seguir leyendo

El primo sabelotodo

El veranito, ya se sabe, arrastra consigo una estela de festejos, comilonas y otros roces familiares. Sobre todo ahora que los tiempos vienen crudos. Porque, como recalcaba Vito Corleone mientras atusaba el lomo a su felino remolón, al final, cuando todo lo demás falla y la cosa se pone chunga de verdad, la familia es lo único que importa.
La familia autóctona se parece sospechosamente al clan de los Corleone. No por su afición a dejar cabezas de caballo sobre la almohada del capullo de turno, sino por ese caos telúrico de primos, exesposas y sobrinos chinchones.
El clímax —que diría Siffredi— de todo este rebumbio familiar se alcanza en ese tiempo fuera del tiempo que es la sobremesa del domingo, cuando el licor café causa estragos y se viene arriba el primo en tercer grado de la cuñada del rostro pálido. Al primo sabelotodo le va muy bien en … Seguir leyendo

Los mocos no son para el verano

Una de las saludables ventajas que brinda el verano al incauto rostro pálido es que, para que el sistema inmune no baje la guardia ni un milímetro, los virus y sus primos terceros de Helsinki siguen pululando por nuestras fosas nasales y demás orificios para que no nos despistemos creyendo que la vida es coser y cantar, o sea, tumbarse en la arena, nadar y leer un libro a ratos. Chorradas. Ni siquiera el sobrevalorado estío nos da una tregua. Y entre las torturas que aguardan agazapadas en las trincheras del verano urbanita hallamos esa ducha escocesa gratuita, pública y universal que nos zumba alternativamente con el sol a plomo que derrite las sombras sobre las aceras y el aire acondicionado a caño libre con el que nos atizan en centros comerciales, autobuses y otras emboscadas municipales. Con tanto viajar de cero a treinta grados en media décima de segundo … Seguir leyendo

Tres rostros pálidos

Por esas cosas de que no siempre coincide exactamente el periódico con su reflejo en Internet, se me habían quedado en el tintero tres columnas del Rostro Pálido que salieron en papel, pero no en el blog. Aquí las planto por si todavía hay alguien por ahí que no esté saturado del tema. Gracias a todos por vuestros comentarios y ánimos. Un enorme y blogosférico abrazo.

El niño de la pelota (17 de julio)

El experimento es sencillo. Se agarra un puñado de arena y se arroja al suelo. Al rato, como muy tarde a los cinco minutos, aparecen un niño y una pelota. Nadie ha estudiado a fondo este misterio. En Oxford sospechan que tiene algo que ver con la ley de la gravitación universal de Newton. No sé, pero el caso es que igual que los rostros pálidos y el sol nos repelemos mutuamente, la arena y el … Seguir leyendo