La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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En tiempos de 3D, efectos megaespeciales, alardes virtuales, pitufos tamaño King Size (perdón por la redundancia) y otros avatares, Michel Hazanivicius viene a recordarnos con The Artist que el celuloide, para emocionar, ni siquiera necesita tomar la palabra. Basta una cámara y un puñado de actores para hacer arte. Así nació el cine, mudo y en blanco y negro. Y así fue hasta que Al Jolson le puso voz a El cantante de jazz (el sonoro, y no los disparos de los borrachines, fue finalmente quien largó al pianista de los salones). Pero incluso en este atribulado 2012 los actores se pueden salir de la pantalla (y del mapa) solo con su interpretación. No hacen falta las malditas gafas de plástico ni otras triquiñuelas tecnológicas. Para tres dimensiones, ya tenemos la cruda realidad. Y, para pitufos, ya están los sobreexcitados coristas del Padre Abraham.