La macroeconomía tiene tela. Es cierto que no ha servido para que la tribu de los premios Nobel detectase la llegada de la crisis, pero al menos vale para que se luzcan los listillos, esos abusones que, a la mínima, sacan del bolsillo un informe del FMI y te aplastan con sus dogmas. Enredados en esta telaraña, olvidamos el microcosmos del hogar, esa trinchera en la que se libra la auténtica guerra de la crisis, porque a pie de obra no hay yuan ni diferencial con el bono alemán que valga. La batalla se reduce a que los ingresos sumen un céntimo más que los gastos. Esa es la cruda realidad financiera de ese 20,8% de la población española que sobrevive bajo el umbral de la pobreza. Es la microrrealidad que no ve la mirada miope de la macroeconomía.
Macroeconomía y microrrealidad
por Luis Pousa | Oct 22, 2010 | Columnas de La Voz de Galicia | 4 Comentarios
La macroeconomía son los árboles que no dejan ver el bosque, el escaparate iluminado de Navidad, la chica suculenta del anuncio, el envoltorio de colorines del paquete de regalo, los efectos especiales de una película vacía, el ritual de un dios inexistente: una ilusión para llenar bolsillos ajenos mientras uno mira las telarañas de los propios.
Abrazos.
Cierto, Alfredo. Lo que más me indigna de esos gurús de pacotilla que ahora lo analizan todo, a toro pasado, con mucha pompa y circunstancia es que pretendan tomarnos el pelo otra vez contándonos sus cuentos de la lechera… Un abrazo
Al principio de la revolución industrial se generó un debate al detectarse que la incorporación de una maquina al proceso productivo eliminaba decenas de puestos de trabajo. La solución adoptada para defender las virtudes de aquella manera de proceder fue muy sencilla: quitar al hombre de la ecuación sustituyéndola por la riqueza generada por el ahorro de los puestos de trabajo que al parecer acabaría redistribuida nuevamente por la inversión y el gasto generado por el propietario de los medios de producción. Sin embargo la historia nos indica que incluso antes de la crisis los puestos de trabajo no dejaron de decrecer al tiempo que aumentaba la acumulación de riqueza en menos manos y el monopolio sobre la tecnología. A la macroeconomía y al producto interior bruto no le importa ese veinte por ciento si solo un dos por ciento poseen mucho mas que todos ellos completando la cifra positiva o negativa con la que nos “alegran” el telediario.
Hay muchos otros ejemplos de cómo eliminamos al hombre de la formula. La RSC es una. No dudo que sea bien intencionada, pero ¿Cómo vamos a hacer responsable a una corporación que ya pone en su título que tiene una responsabilidad limitada y por ser una entidad jurídica, no tiene alma que condenar, ni cuerpo que encarcelar? A mi me enseñaron que responsables solo somos lo adultos. No lo son animales, los niños o las cosas -salvo para los militares que son muy raritos-. Si dejamos la responsabilidad en manos del gobierno o de las corporaciones, no me extraña que alguien se encuentre una desgracia en la calle y elevando sus manos al cielo grite: alguien tendrá que hacer algo. Y así siguiendo su camino se quedará muy tranquila su conciencia, dado que para eso paga sus impuestos, para que “Godot” se responsabilice por el.
Hace algún tiempo tuve que estudiar las extrañas teorías de un tipo raro de principios del siglo XX llamado Karl Polanyi, un «rojo peligroso» que, en un libro llamado «La Gran Transformación», achacaba al liberalismo económico todos los males del moderno mundo mundial.
Según Polanyi, la economía de las sociedades precapitalistas estaba «incrustada» en la sociedad (era parte necesaria e intrínseca de ella, a través de las relaciones sociales, de parentesco, intercambios…) y con la irrupción del capitalismo -que se cuela hasta la médula de todo lo que toca- se «desincrustó» la economía de la sociedad, creando la esfera aislada y artificial de «lo económico».
De aquellos polvos vinieron estos lodos: La macroeconomía se ha desincrustado ya del todo de nuestras vidas, de nuestras microrrealidades,… y va a su bola, dictando desde esa esfera supuestamente artificial los designios que rigen todos los demás aspectos la sociedad.
La economía dirá si Juan se quedará sin empleo a finales de mes, si Laura tendrá que abandonar las clases particulares de las tardes, si Santi y María se pueden casar el año que viene, si Pepe podrá o no estudiar Medicina, como siempre ha soñado; si Lucía abandonará a Andrés, que está deprimido tras tener que cerrar el negocio que le ha costado 20 años levantar…
Tal y como lo veo ahora, a lo mejor Polanyi se equivocaba y la esfera artificial es todo aquello que no es economía.