La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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La culpa de todo la tiene el anticiclón de las Azores, esa A tremebunda que aparece desmayada en medio del Atlántico y que nos hace sudar solo de verla en la pantalla, emboscada tras la chepa del hombre del tiempo. La A de las Azores es como el primo cachimén del mapa: con plantarse entre las isobaras ya espanta a las bes borrascosas y timoratas que rulan a su alrededor y que se piran con los glúteos apretados a otras latitudes, no sé, a Groenlandia o así. Las Azores, colgadas en mitad de la nada del océano, dan vértigo solo de mirar para ellas, como cuando no atinas con el Google Earth y caes a plomo sobre la mar arbolada o montañosa del Gran Sol. Estos peñascos seguro que son un lugar acongojante, aunque algo a desmano, pero el caso es que no suenan a nada bueno, porque además del obstinado anticiclón, las Azores solo nos han aportado la foto de los tres repelentes niños Vicente de la guerra de Irak. Menos mal que el viento de vez en cuando lo limpia todo.