Me gustan mucho la música y las letras de Antonio Vega. Pero no me siento con fuerzas para escribir algo original sobre él, ahora que se nos ha ido. Habrá muchos textos estupendos en la Red y en los periódicos de mañana. Probablemente lo que yo escribiese no aportaría nada al conjunto. Con suerte, podría parir alguna ocurrencia, o contar algo que me pasó con la música de Vega como banda sonora de fondo, o sobre la noche en que lo escuché en directo en la playa de Riazor. Pero, como decía el escribiente Bartleby, preferiría no hacerlo. Así que me acojo a mi derecho a no escribir una necrológica más de Antonio Vega, que ya no está entre nosotros, que se ha pirado con 51 años y muchas otras cicatrices en sus espaldas. Lo único que puedo aportar, ya que estamos en un momento vila-matiano o austeriano, es una extraña espiral de coincidencias.
El otro día alguien me dijo que estaba leyendo Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, al que ahora recurro precisamente para negarme a escribir sobre Antonio Vega. Y en ese mismo instante, mientras transcurría esa conversación sobre Bartleby, el escribiente de Melville que un buen día decidió que «preferiría no hacerlo» y abrió un sendero a todos los escritores que de repente se niegan a escribir, yo tenía sobre la mesa el libro que he estado rumiando últimamente. Se titula Algunas ideas buenísimas que el mundo se va a perder, edición de Alberto Olmos (Caballo de Troya). Y, como nos recuerda Álex en su Hotel junto a la vía, en ese volumen colectivo, tejido a golpe de blogs, spam, tweets, mails y demás fauna internetera, se habla de Chica de ayer, gran clásico de Antonio Vega. Olmos, la mente oculta detrás de Hikikimori, recoge en el libro (página 265) una gran frase de David Capón (autor de Supercrisis) sobre el arranque de Chica de ayer:
«»Un día cualquiera no sabes qué hora es… ». No existe mejor final para el principio de una canción».
Luisiño, me tocaste doblemente la fibra sensiblera que casi todos llevamos dentro. «La chica de ayer» y «Bartleby el escribiente» con su estoico «preferiría no hacerlo», dos obras de arte, una para la oreja y otra para los ojos. Que ninguno de los asiduos a tu blog dejen de leer la gran desconocida novela de Melville. ¿Qué pensaría Juancho si le espetas qué preferirías no hacer algo que él te sugiriera?. Desde que la leí cada vez que pido algo a gente del despacho me echo a temblar. Por cierto. Hoy no es un día cualquiera y sé que hora es. Es el día que nos enteramos que nos dejó Nacho Vega, el músico que me tanto me hizo disfrutar en mis años de estudiante en Compostela. Abrazos, y dile eso a Juancho.Si cuela puede resultarte un chollo.
Gracias, Nano. Me alegra tocar la fibra sensible, sobre todo cuando escribo un post diciendo que preferiría no escribir. A Juancho preferiría no decirle eso, que además de jefe es amigo. Así que en el caso del trabajo paso de Melville y de Bartleby. Los dejo para la escritura pura y dura. Me hace gracia que llames Nacho a Antonio Vega porque yo también estuve todo el rato equivocándome, supongo que es por Nacha Pop, por su primo Nacho García Vega y por el Nacho Vegas ese que ahora anda por ahí. Bueno, un fuerte abrazo, amigo, y gracias por tus agudos comentarios.
«Llevaba toda la vida muriéndose y nadie se lo creía», dice hoy un obituario.
Bicos.
Preferías no hacerlo,has intentado ser un Bartleby, pero lo has hecho.Has escrito algo que me ha emocionado.Como me ha emocionado unas horas antes lo que he leído de David Capón en el Hotel de Alex. Esa canción creo que muchos la podemos unir a momentos vividos con ella.
«Un día cualquiera no sabes qué hora es….Hoy no es un día cualquiera,nos ha abandonado Antonio Vega.Saludicos
Buenísima la frase del obituario que nos regala María, creo que me la voy a «apropiar» Gracias (con permiso del Sr. Pousa) en muchos aspectos, define perfectamente la vida de ese muchacho.
Antonio Vega era un gigante en lucha, un creador de sitios de recreo.
Curiosamente, una de las canciones que más me gustan de Antonio no está escrita por él, sino por Antonio Gala, un soneto maravilloso del cordobés: A TRABAJOS FORZADOS (http://www.youtube.com/watch?v=egctZEBq_1E) Creo que él también estaba sentenciado a cadena perpétua y seguirá muriéndose siempre.
No he leído el libro de Melville, pero creo que entiendo el sentimiento del título del post.
O mais difícil de escrever,
é não fazê-lo,
por muito estranho que pareça.
Como agora,
que não escrevo nada
do modo mais doloroso.
Saludos.
Ay Luis, que ilusión me ha hecho leer el título de tu post, cuando lo abrí no pude evitar una sonrisilla. Una gran obra Bartleby (ya la he leído 2 veces). De Antonio Vega ya está dicho todo, se ha ido uno de los grandes. Bicos!
Muy buena esa frase del obituario, María. La apunto. Bicos.
Carmen, gracias, porque efectivamente, preferiría no escribir sobre algunas cosas, pero al final acabo escribiendo. Besos.
Pi&Phi, tiene todos lo permisos para apropiarse de lo que desee, pase y sírvase, está en su casa. Un abrazo.
Sabela, me alegro de que te hiciera ilusión. Bicos.
Pues para no haber querido no te ha quedado tan mal. Podríamos llamarlo una no-necrológica.
Gracias, Moncho, creo que sí, que es una no-necrológica. Aquí ya exploramos otro día el fenómeno de la autonecrológica. Así que sólo nos quedaba ya la no-necrológica. Un abrazo.
Absulotamente agradecido, querido Luis. Nunca pensé que las tonterías de mi blog llegasen a tener tanta transcencencia.
Algún día te pagaré un Albariño, que de esta no me olvido.
Un abrazo gigante.
De nada, David, el honor es mío. De tonterías, nada, tu Supercrisis es más que interesante. El Albariño, por supuesto, siempre es bienvenido, sobre todo a la sombra de una de esas bonitas parras que tenéis por el sur de Galicia. Otro fuerte abrazo para ti.
Un día cualquiera no sabes qué hora es… y las cosas ocurren y la vida cambia. De alguna forma ya no es la misma.
Un abrazo.
Iba a decir algo, pero prefiero no hacerlo.
Wara, tienes toda la razón. Alfredo, también tienes razón, a veces es mejor comentar al estilo Bartleby. Abrazos.