La Voz de Galicia
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Hace unos días buscamos en Internet el sintagma bota malaya. Los resultados ofrecidos por Google, Bing y Yahoo! fueron en total 2.804, muchos de ellos repetidos en los tres buscadores. Cuando indagamos por gota malaya, las respuestas ofrecidas fueron 40.780. Lo que, entre otras cosas, es un ejemplo más del gran número de minas y cargas de profundidad al conocimiento que van a la deriva por el ciberespacio.
La bota malaya es un método de tortura consistente en apretar, mediante un torniquete, un pie que se introduce en un aparato. Al aumentar la presión se llega a fracturar los huesos y, consecuentemente, se causa un terrible dolor. El mundo occidental quedó horrorizado por la maldad de los malayos y la bota que se les endilga cuando vio la película Mares de China, de 1935, interpretada por Clark Gable y Jean Harlow. El sufrimiento del mítico galán cuando aquellos hombrecillos de ojos rasgados le pusieron el pie en el chisme solo fue comparable con el de las actrices que sufrieron su halitosis, aromática consecuencia de una gingivitis crónica.
La bota malaya era solo una modalidad de un antiguo método de tortura que dio otros frutos, como la bota española, que por aquí empleamos con fines píos y que exportamos con éxito a otros países europeos. Competía con los brodequins (borceguíes) franceses.
De la bota malaya se pasó a la gota malaya por confusión con la gota china. Esta es otro método de tortura. El reo es colocado boca arriba e inmovilizado. Sobre su frente cae cada pocos segundos una gota de agua. Al cabo del tiempo, el sufrimiento físico y el psicológico corren parejos.
Un líder político se reveló un auténtico creador de lenguaje cuando empleó la  expresión gota malaya, que quedó inmortalizada. Fue Felipe González, que dijo de Pasqual Maragall que era una auténtica gota malaya, en referencia a las permanentes demandas de recursos del entonces alcalde de Barcelona, donde iban a celebrarse los juegos olímpicos. Del éxito del invento dan prueba las cifras de Internet mencionadas al principio. Así evoluciona el español.