La Voz de Galicia
Políticamente, solo se puede ganar o morir
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La sucesión de Touriño no será tan plácida como pretendían en Ferráz. Una nueva corriente interna ha creado una web y ha redactado un manifiesto  –Sumando ideas– para pedir una renovación profunda del partido tras la derrota electoral del 1-M y proclamar que Galicia debe ser «un país sen división entre iguais nin imposicións» en materia lingüística.

Entre los firmantes hay dos diputados autonómicos, José Manuel Lage y Silvia Fraga y dos alcaldes, Iván Puentes (Fene) y Rafaél García Guerrero (Noia). Este último ha reventado el pacto de Gobierno con el BNG en su villa.

No es este el único foco de tensión que vive el partido de la rosa en Galicia tras el fin de la etapa de Touriño. Y tampoco, quizá, el más relevante. Ese honor corresponde por ahora al conselleiro de presidencia en funciones, José Luis Méndez Romeu, que cuestionó públicamente los pactos con el BNG y pidio a los alcaldes socialistas que se desmarcasen de sus socios de coalición.

El argumento de Romeu ha calado entre parte de la militancia socialista. En el partido del puño y la rosa siempre han coexistido, de forma más o menos pacífica, dos tendencias básicas ideológicas: una «galeguista»  y otra «jacobina». A partir del diálogo y la confrontación entre ellas se articula el gran debate estratégico del PSdeG: la oportunidad de los pactos con el  BNG.

Hay muchos partidarios de no llegar a acuerdos a toda costa con los nacionalistas. Es el caso del alcalde de Lugo, Orozco, quién gobierna en minoría y con apoyos puntuales del PP o del Bloque. Méndez Romeu va mucho más allá.

Su propuesta, aunque pueda parecer atractiva -supuestamente serviría para pescar votos en el electorado de los populares- encierra muchos riesgos. El PSOE no es el PP. Seguirle la corriente en asuntos tan conflictivos como el idioma puede ser un bumerán que se vuelva en contra de los socialistas. Ya les pasó en el País Vasco durante la etapa dirigida por Nicolás Redondo Terreros y Rosa Díez: entonces el seguidismo de las tesis del PP provocó una hecatombe electoral (solo 13 escaños; ahora tiene 25) . Es una lección a estudiar antes de plantear cambios radicales de estrategia:  los votantes suelen preferir el original a la copia.