La Voz de Galicia
Políticamente, solo se puede ganar o morir
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El transfuguismo, un fenómeno muy significado en la política de este país, regida en su totalidad por el aparato de los partidos políticos, ha estado de actualidad en los últimos días. Dos son los protagonistas. Por distintas razones.

1.  José Luis Santamaría,  el médico de Sada condenado por un delito de estafa relacionado con la receta fraudulenta de fármacos -despachó diez millones en un año- tendrá que apechugar para siempre con la etiqueta de tránsfuga. Con todo merecimiento. Su carrera política fue meteórica y ejemplar. Hagamos un repaso:

  • Fue el cabeza de lista del PSOE en las municipales de mayo del 2003.  Fracasó. Solo consiguió dos ediles.
  • Como tal, formó parte del gobierno de coalición que presidió el nacionalista López Soto.
  • En un principio, renunció a cobrar la media dedicación asignada -ascendía a 26.000 euros y ganaba 88.000-.
  • Ocho  meses después, el Sergas lo dejó sin empleo y sueldo durante siete meses por el uso indebido de recetas.
  • Diez días más tarde planteó un dilema crucial a la corporación.  Reclamó una dedicación exclusiva de 80.000 euros.
  • Su propio partido la rechazó.
  • Quince días después, firmó en secreto una moción de censura para elevar a la alcaldía a Ramón Rodríguez Ares, entonces miembro del PP.
  • El 7 de enero se presentó en el Concello la moción que luego triunfó.
  • Las consecuencias: Rodríguez Ares (el famoso Moncho) volvió a ser alcalde. Santamaría fue expulsado del PSOE y el grupo popular, repudiado por el PP gallego -aplicaron el pacto antitransfuguismo- se convirtió en un partido independiente, aún vivo hoy en día, que no pudo mantener la alcaldía en las siguientes municipales.

2. Gerardo Alonso no tiene el pedigrí de Santamaría. Acaba de debutar en el transfuguismo, aunque promete dar guerra. Dejó hace unos meses el PSOE -partido por el que fue elegido-, pero no abandonó su acta. Ahora ha firmado un pacto con el PP para tumbar a la regidora socialista María Jesús Escudero. No se arrepiente. Y da la cara. Por supuesto, se justifica con razones políticas y la imprescindible acusación de desgobierno. Por supuesto, no revela cual es su precio. ¿Lo sabremos? Quizá algún día. Y tal vez entonces nos enteremos de las verdaderas razones por las que el PP no se atiene al pacto antitransfuguismo,  frustra la moción o toma medidas con su agrupación en Mos.