La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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El pasado 16 de octubre tuvo lugar la celebración del “Día mundial de la alimentación”, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura desde 1979 (en el día aniversario de la fundación de FAO en 1945). El “leit motiv” de este año 2014 es el de “alimentar al mundo, cuidar el Planeta”, con el cual se pretende sensibilizar a los ciudadanos sobre la enorme importancia de la agricultura familiar y de los pequeños agricultores en el conjunto mundial. Importante papel para erradicar el hambre y la pobreza, para conseguir la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición, pero del mismo modo, para la ordenación de los recursos naturales y la protección del medio ambiente y, en definitiva, la consecución del desarrollo sostenible, particularmente en las zonas rurales. Me gusta mucho esta ¨campaña” de la FAO porque uno de mis temas de investigación en Berkeley es profundizar en la importancia de la pesca artesanal –o en ¨pequeña escala¨- para el sostenimiento de millones de seres humanos, y como sistema, en muchos casos, de sostenibilidad ambiental de los recursos pesqueros.

Pero volviendo al tema de la alimentación, de los pocos días que llevo viviendo en California he podido apreciar hasta qué punto los californianos valoran los alimentos ecológicos –“organic foods”- y los productos locales que, muchas veces, cuestan el doble o más de los demás productos (visítese el impresionante supermercado orgánico “Whole Foods” en San Francisco). Un verdadero paraíso para todo género de vegetarianos. Incluso hay, en esta tierra famosa por sus vinos, una importante producción de viticultura sostenible con sus normas y certificaciones (demeter-usa.org). También es llamativa la gran oferta en los mercadillos -que proliferan el fin de semana en la ciudad de San Francisco- de productos procedentes de los “huertos urbanos”, para cuyo cultivo ecológico la ONG “Garden for the environment” se encarga de darnos diversos consejos. No obstante, si bien todo lo anterior es cierto, basta pasear unas horas por las calles de las ciudades para comprobar que, aquí, comer bien es caro (quizá no tanto como en Europa) y que la gente pobre o de menores recursos padece problemas de salud evidentes por su mala alimentación. Es el problema de la ingesta de la llamada comida basura (“junk food”).

Estos días en los transportes públicos se puede ver la propaganda promovida por una ONG ambientalista, Earth Island Institute, fundada en 1982, con sede en Berkeley. Los titulares de su campaña “Food Shift” son suficientemente expresivos, a favor de un nuevo sistema de alimentación sostenible y para reducir el enorme impacto de los residuos originados por los alimentos desechados: “el 40% de la comida producida en los Estados Unidos se tira a la basura”, “50 millones de estadounidenses comen de forma no saludable”, “los norteamericanos tiran a la basura lo equivalente a 165 billones (Americanos) de dólares con un coste de tratamiento de 750 millones de dólares”…

Los ecologistas ponen de manifesto el elevado coste ambiental de desperdicio de recursos que supone el vigente sistema de alimentación norteamericano, pero no puede perderse de vista el gran problema sanitario generado por la mala alimentación en un país como este sin seguridad social universal como en Europa. De hecho, estos días en el marco de las próximas elecciones para la renovación de parte del Senado se está debatiendo, como ya se hizo en otros Estados, la aprobación de un impuesto para las bebidas azucaradas (“soda tax”), como respuesta gubernamental a los importantes trastornos sanitarios que está ocasionando el exceso de consume de estos productos.

No tengo tiempo para recordar aquí, con mayor profundidad, mi lectura del original libro del novelista estadounidense, Safran FOER, titulado “Comer animales”, una ingeniosa y mordaz crítica sobre las granjas industriales de animales, pero lo cierto es que la alimentación además de ser una necesidad básica evidente del ser humano está generando importantes problemas ambientales y sanitarios que no son fáciles de resolver. En cualquier caso, volviendo al lema de la FAO, referido al comienzo de este comentario, intuyo que el futuro más deseable y saludable de buena parte de la alimentación estará mas vinculada a la agricultura de proximidad que a las macro-producciones envasadas que hoy dominan nuestras áreas comerciales. Y, confiamos, que no se trate de una alimentación exclusiva para los ricos.