La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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A menos de dos meses de la celebración de la Cumbre mundial Rio+20 –adornada con el expresivo subtitulo: “El futuro que queremos” (The future we want)- es evidente que, en plena crisis económica, uno de los temas extrella es el de la “economía verde” (green economy). Así se compueba en el documento “0” en que la economía verde aparece con gran protagonismo “en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza” (cfr. su apartado III).

Pero no todos opinan lo mismo acerca de cuáles deben ser las claves de dicha economía o, más bien, los criterios que deben orientar esa deseada “transición” en el escenario mundial. La Secretaría preparatoria de la Cumbre Mundial señala que “La economía verde ofrece una oportunidad para mejorar la gobernanza del comercio global y el entorno de comercio interior para asegurar que el comercio contribuya positivamente a una economía verde en el contexto de la erradicación de la pobreza y desarrollo sostenible”. Por su parte, la Comisión Europea en su documento preparatorio “Río+20: hacia la economía ecológica y la mejora de la gobernanza” (junio de 2011), afirma que “Río+20 puede marcar el inicio de una transición más rápida y profunda, a nivel mundial, hacia una economía ecológica: una economía que genere crecimiento, cree empleo y erradique la pobreza, conservando el capital natural del que depende la supervivencia a largo plazo de nuestro planeta e invirtiendo en él”. Otros opinan que la “economía verde” no es más que un lavado de cara de los intereses capitalistas que tratan de mantener su dinámica productivista (vid. por ejemplo la web: «no green economy«).

Con relación a estos temas, desde hace unos años venimos siguiendo con gran interés una serie de reflexiones que coinciden en la oportunidad de imitar a la naturaleza a la hora de reconstruir los sistemas productivos humanos, con el fin de hacerlos compatibles con la biosfera. Se trata de la llamada Biomímesis (de bio, vida y mimesis, imitar), también conocida como biomimética o biomimetismo, “es la ciencia que estudia a la naturaleza como fuente de inspiración, nuevas tecnologías innovadoras para resolver aquellos problemas humanos que la naturaleza ha resuelto, mediante los modelos de sistemas (mecánica), procesos (química) y elementos que imitan o se inspiran en ella”. Hace unos años fue el Profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Barcelona, Jorge RIECHMANN, quien publicó una obra con tal título (en la editorial Los Libros de la Catarata, Madrid, 2006).  Pero quien popularizó este término en inglés (biomimicry) ha sido la ambientalista norteamericana Janine M. BENYUS cuya obra pionera (Biomimicry: innovation inspired by nature, Ney York, 1997) acaba de ser publicada en España –bajo el título “Biomímesis. Innovaciones inspiradas por la naturaleza”- por la editorial Tusquets (Barcelona, 2012). La autora -que dirige un Instituto especializado en esta materia– resumen de esta manera el canon de leyes, estrategias y principios que sigue la naturaleza:

La naturaleza cabalga sobre la luz solar.

La naturaleza gasta sólo la energía que necesita.

La naturaleza ajusta la forma a la función.

La naturaleza lo recicla todo.

La naturaleza premia la cooperación.

La naturaleza cuenta con la diversidad.

La naturaleza demanda tecnología local.

La naturaleza frena los excesos desde dentro.

La naturaleza saca partido de las limitaciones.

En una dirección similar se orienta la obra de Gunter PAULI (polifacético empresario y fundador de la “Zero Emissions Research Initiative”) titulada La economía azul. 10 años , 100 innovaciones, 100 millones de empleos” (publicada por Tusquets, Barcelona, 2011). Crítico tanto con el modelo de economía financiera todavía vigente como con la “economía verde” (que, según él, trata de preservar el medio ambiente a costa de grandes inversiones que la vuelven inviable), promueve una “economía azul” que se sirve de conocimiento acumulado durante millones de años por la naturaleza para alcanzar cada vez mayores niveles de eficacia y traducir esa lógica de los ecosistemas al mundo empresarial. Desde la reutilización de los residuos agricolas para generar nuevos productos alimenticios  hasta la imitación de los termiteros para diseñar la nueva arquitectura bioclimática, y así, una larga lista de cien innovaciones inspiradas en la naturaleza que recoge en los apéndices de su obra.

Se cuenta que un inventor suizo, George de MESTRAL, apasionado excursionista, inventó la popular cinta “velcro”, observando como se adherían a sus pantalones algunas semillas en sus paseos. Hoy más que nunca se impone –en lo más profundo de la crisis- eso de la “imaginación al poder” (o mejor, “innovación al poder”). Y si queremos descubrir nuevo nichos de empleo, no dejemos de contemplar la naturaleza, para respetarla y para aprender de ella. Seguro que no nos defraudará.