La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
Seleccionar página

No me importa saber ahora si eres hombre o mujer, joven o viejo, rico o pobre,  rural o urbanita, forastero o no, loco o ¿cuerdo? Tampoco mi importa saber por qué lo has hecho, si ha sido por imprudencia, por locura, por ánimo de hacer daño… no me importa. Lo que me preocupa es que tengamos que seguir conviviendo con gente como tú que no valora –¡que desprecia!- esos maravillosos tesoros, cada vez más escasos, que nos ofrece la naturaleza donde podemos reconciliarnos con nosotros mismos. Es lo que tú deberías haber hecho.

No me creo que puedas gozarte al ver cómo en pocas horas –en el fantasmagórico espectáculo del incendio- desparezca un patrimonio que ha tardado siglos, milenios, en configurarse. No es posible pensar que habiendo paseado por los estrechos pero acogedores senderos de la Fraga hayas decidido convertirlos en negros parajes plagados de esqueletos vegetales. No puedo imaginar que habiendo disfrutado de los aromas del bosque y del pacífico rumor del río, hayas preferido acallar su voz que tanto nos descansa. ¿Acaso puedes estar tan torturado que no te importa privar a la Humanidad de estos vitales refugios?

Eres un cobarde que te has prevalido de la magnífica espesura del lugar para esconder tu vergonzoso acto delictivo. Has aprovechado tan acogedora fraga para verter tu odiosa conducta en lo más hondo del corazón verde de Galicia. Sabías que era muy fácil provocarlo, la insólita sequedad de estos meses y el viento han sido tus inocentes aliados.

No te ha importado nada ni nadie, el poner en peligro las vidas humanas de los habitantes de ese precioso Concello de Pontedeume, de Monfero, de A Capelada, de As Pontes y de Cabanas, ni las de los sacrificados miembros de las brigadas anti-incendios. Sólo ha prevalecido lo peor de ti, tu egoismo destructivo.

Nos has robado un inolvidable paraíso y por ello mereces una dura pero justa condena. Por eso deseo vivamente que te encuentren y recibas tu merecido. Y que si tu castigo es la cárcel que allí experimentes lo que significa habernos privado de uno de nuestros espacios de libertad auténtica.

Y, si por desgracia para nosotros y para toda la humanidad, tu delito queda impune, no se te ocurra volver ¡nunca más! –como acostumbran los asesinos- al lugar del crimen, a nuestras queridas Fragas del Eume, por que estoy seguro de que cada uno de sus seres vivos por los que ahora lloramos y hasta las centenarias piedras del Monasterio de Caavaeiro, te lo recriminarán.