La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Lo de menos es que me la haya dedicado -aunque, a decir verdad, me ha hecho una enorme ilusión (y se lo agradezco con toda el alma)-, sino que, en el momento presente, resulta de rabiosa actualidad tratar de la llamada “contratación pública verde”. Como, en efecto, lo hace, con gran acierto y profundidad, mi querido compañero y amigo, el Profesor PERNAS GARCÍA,  en una importante obra jurídica que lleva tal título.

Ahora que se reclama de las Administraciones Públicas austeridad en sus gastos e inversiones, buen gobierno en sus decisiones, transparencia en sus actuaciones, simplificación en sus estructuras, etc., la utilización de los contratos del sector público para promover la sostenibilidad ambiental de obras y servicios resulta de enorme interés en cuanto a su ejemplaridad. Piénsese además que el volumen de la contratación pública (es decir, la promovida por todos los entes u organismos que integran el “sector público” (Administraciones públicas, entidades públicas empresariales, organismos autónomos, y un larguísimo etcétera) supone, nada más y nada menos que ¡cerca del 20% del PIB dela Unión Europea!

Si algunos pensamos que la actual crisis económica va a requerir –para salir de ella- un profundo cambio en el modelo productivo, qué mejor que fomentar en la contratación de las obras, servicios y suministros públicos la inserción de criterios y cláusulas ambientales.  Es obligada jurídicamente la gestión eficiente de los fondos públicos (¡faltaría menos!) pero además es muy conveniente para el interés público la gestión sostenible de los recursos naturales. Y en esta dirección se mueven las recientes normas del Derecho comunitario sobre contratación pública que tan concienzudamente estudia el Profesor PERNAS GARCÍA.

La Directiva 2004/18/CE sobre coordinación de los procedimientos de adjudicación de los contratos de obras, de suministro y de servicios, integran ya las consideraciones ambientales y también sociales en la adjudicación y ejecución de dichos contratos, cuya transposición al Derecho Español se encuentra en la nueva Ley de Contratos del Sector Público; y, más recientemente, en el marco de la política de lucha contra el cambio climático, otra Directiva, la 2009/33/CE, dispone que los poderes adjudicadores y otros operadores públicos habrán de tener en cuenta los impactos energéticos y ambientales (incluidos el consumo de energías, las emisiones de CO2, etc.) a la hora de comprar vehículos de transporte por carretera. 

Si el sector público con sus decrecientes -pero todavía enormes- inversiones sobre la adquisición de mercancías, obras y servicios, logran reducir el impacto ambiental del consumo público, se piensa que esto servirá para, al mismo tiempo,  orientar la conducta de los operadores privados hacia estándares de protección ambiental que vayan más allá de los mínimos fijados en el ordenamiento jurídico y para incentivar nuevas formas de producción y consumo. Incluso, esta orientación puede tener un efecto positivo sobre el fomento de la innovación tecnológica y el desarrollo de las “ecotecnologías” que hoy se considera un sector económico de interés prioritario.

Por ir a ejemplos concretos, la mejora de la eficiencia energética de los edificios públicos, la introducción de bombillas de bajo consumo en el alumbrado público, o la utilización de energías renovables en la prestación de los servicios públicos, no sólo pueden reducir considerablemente la emisión de gases de efecto invernaderos sino que, en muchos casos, pueden suponer un ahorro económico neto para las maltrechas arcas públicas. Y, de otra parte, se pueden generar –aunque no siempre- nuevos nichos de empleo (el denominado “empleo verde”) que tanta falta nos hace.

Felicitamos desde aquí al Profesor PERNAS GARCÍA por su magnífico trabajo y recomendamos su lectura a los responsables públicos y a las empresas que trabajan con el sector público. Se trata de nuevos horizontes que se abren en el mundo económico y en el sistema de producción que, estoy seguro, en el futuro constituirán la norma general.