La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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A comienzos de esta semana nos llegaba la feliz noticia –en tiempo de crisis- de que Gas Natural Fenosa constituirá en A Coruña una empresa que con el nombre de Fenosa gestionará todos los activos de energías renovables del grupo y promoverá la creación de un centro de excelencia de hidráulica de nivel internacional. Además de la explotación de las energías renovables que ya posee este Grupo –la hidráulica y la eólica- se habla de invertir en las energías renovables marinas.

Pese a las justificadas quejas de los empresarios del sector de las renovables por la rebaja gubernamental de las primas, no hay duda que se trata de un campo de futuro, máxime cuando el negocio de las nucleares –que se las veía muy felices- parece esfumarse tras la crisis de Fukushima. No en vano, Naciones Unidas ha declarado el año 2012 como el “Año Internacional de la Energía Sostenible para todos”. Y además, como ya sabemos, en la Unión Europea nos hemos comprometido al objetivo del 20% de energía renovables en el consumo total de la energía en 2020.

Que las energías procedentes del mar son un negocio emergente no es algo de ciencia ficción, sino que en el momento presente existe un buen número de “parques eólicos marinos” (también llamada “eólica offshore”) funcionando a pleno rendimiento en Dinamarca, Reino Unido, Holanda, etc. Pero aunque este tipo de energía esté implantándose con normalidad, hay otras modalidades de renovables que se están estudiando de modo experimental: la maremotríz (o aprovechamiento de las mareas), la procedente de las corrientes marinas y oceánicas sobre turbinas (hidrogeneradores), la undemotriz originada por las olas (sobre instalaciones fijas en la costa o las diseñadas para estar en el mar), el aprovechamiento de la energía térmica marina, o el aprovechamiento de la llamada “energía osmótica” o “energía azúl” (en zonas estuarias en las que entran en contacto las aguas marinas y las aguas dulces), etc.

En mi visita esta semana al avanzado Instituto Hidrológico Ambiental de Cantabria (uno de los centros punteros de nuestro país en esta materia), situado en el moderno parque científico y tecnológico de Cantabria, a las afueras de la ciudad de Santander, pude comprobar in situ cómo en estos momentos se están experimentando, en su enorme “tanque de oleaje”, este tipo de energías renovables marinas.

En España, salvo contadas excepciones como el pequeño puerto de Mutriku (Guipúzcoa) -en cuyo nuevo dique se está construyendo una “central de oleaje” para aprovechamiento de las olas- la ejecución de proyectos de renovables marinas todavía no han hecho acto de aparición. Sí que existe un engorroso régimen jurídico para la autorización de este tipo de instalaciones en el mar (el Real Decreto 1028/2007 de 20 de julio) e incluso se publicó, en abril de 2008, el interesante “Estudio estratégico ambiental del litoral español” que permite determinar las zonas del dominio público marítimo-terrestre más aptas para la instalación de parques eólicos marinos. También el futuro Plan de Energías Renovables 2011-2020 (pendiente todavía de aprobación definitiva) prevé, además de la eólica marina, una hoja de ruta para las acciones estratégicas sobre las energías del mar (acciones de I+D, programas de demostración, redes de infraestructuras experimentales, etc.).

En el caso de Galicia, parece que contamos –como ha señalado a principios de este año el Consello Econónico y Social de Galicia– con el mayor potencial de España para obtener energía a partir de las olas, de las mareas o el viento mar adentro. No obstante, conviene recordar que el Parlamento Gallego aprobó una Resolución de 24 de noviembre de 2005 contra la instalación de parques eólicos marinos en las aguas costeras de nuestra tierra.

Sea lo que fuere, en el mar hay un impresionante potencial de energías limpias que debe de analizarse con atención y de paso promover un buen número de puestos de trabajo –que buena falta nos hace-. Y, desde luego, que siempre estaremos a favor de su aprovechamiento racional siempre que no perjudique desproporcionadamente otros activos de nuestro litoral como es el paisaje o los recursos pesqueros y marisqueros o la calidad del propio medio ambiente marino y costero.