La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Brian Wilson and pet.

Todo tenemos canciones talismán. Una de las mías es Wouldn’t It Be Nice de los Beach Boys. Se trata del primer capítulo de la obra magna de los americanos, Pet Sounds, la que alguien acertadamente definió como la capilla sixtina del pop. No exageraba. En ese disco se encuentra algunas de las creaciones más importantes y maravillosa de esa música que irrumpió en los años cincuenta con ánimo de volverlo todo patas arriba.

No es exactamente el caso de los Beach Boys ese. No hay ánimo de subversión o rebeldía en su música. En esa canción, por ejemplo, Brian Wilson habla de lo maravilloso que sería ser mayor y poderse casar con su novia. Podrían, canta, «después de pasar el día juntos» abrazarse toda la noche. Por ello dice que si los dos los desean, tienen esperanza y rezan quizá lo conseguirían.

La canción, que empieza con un golpe de batería seco a lo Phil Spector, es de las que inyectan euforia en el oyente. Tiene tanto sentimiento, tanta luz y tanta melodía mágica que arrolla. Es como una bocanada de aire que se te mete dentro y te hace sentir que sí, que todo se va lograr y que el mundo será un lugar feliz en el que esos dos jóvenes desamparados podrán vivir juntos toda la vida.

Resulta imposible no notar el calor en las mejillas el escucharla. No mover la cabeza de lado a lado con una sonrisa.
No experimentar cómo esas voces que aparecen, desaparecen y se mezclan menean las endorfinas generando corrientes de placer. Todo mientras la composición juega con la tensión y la destensión. Al llegar la última parte, cantan «Sabes que parece que cuanto más lo hablamos,/ solo hace que sea peor vivir sin it / pero hablemos de ello. ¿No sería genial?» Suenan tensos los violines se produce el particular climax.

Como es normal en Los Beach Boys surge un papapapapapaá de esos que te hacen volar. Y ahí, precisamente ahí, el oyente se siente como abrazado a la canción, consciente de que nada malo pueda pasar en ese mundo fantástico del pop. Pruébenlo, aunque hayan pasado años sin escucharla, el efecto sigue intacto. Es lo ocurre con las obras maestras, que no caducan jamás. Y esta, creánme, es una de ellas.