La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página


Llega los Pixies mañana a Coruña. El mito del indie-rock americano aterrizará en la ciudad tal y como es en la actualidad: un grupo capaz de agotar 6.000 entradas con muchas semanas de antelación y aglutinar a toda una generación en el Coliseum. Ayer publicaba La Voz que se estaban barajando en la reventa entradas por más de 350 euros. Quien esté un poco en la onda, habrá recibido estos días mensajes de rezagados de aspiran a que florezca alguna entrada por ahí a un precio asumible.

Digámoslo ya. Estos Pixies son nuestros Rolling Stones particulares para los que tenemos 40 y tantos. El grupo que nos mordió de jóvenes y que ahora revisamos de adultos, conscientes de que ya nada será lo mismo, pero haciendo un acto de fe similar al de reunirse con nuestros antiguos amigos de la facultad pensando en que todo será igual que a los 20. Por si las moscas, le hemos dado un par de escuchas a su recién editado Beneath the Eyrie. Se trata de un disco anodino y sin apenas argumentos para justificar el interés más allá del nombre de sus autores. Un descafeinado intento de estirar el chicle, con un par de canciones pasables y minutos y minutos de relleno.

El interés aquí radica en el pasado. Claramente. Y, en ese sentido, mañana habrá un baño de nostalgia indie en el Coliseo. A favor del grupo está que los Pixies no es una banda asociada a una estética juvenil determinada que no soporte el paso del tiempo. De hecho, como la mayoría de las bandas indies del momento, lo suyo era fundamentalmente la no-imagen de quien se sube al escenario con la misma facha con la que anda a diario. Tampoco tienen una temática en sus canciones que impida que los autores y los oyentes crezcan con ellas. El delirante universo surrealista de Frank Black continúa siendo igual de inescrutable en la actualidad. Y las canciones, oh las canciones, pese a escucharlas mil veces siguen emocionando con esa mezcla de garra, instinto melódico, quiebros imprevistos e imaginación sin fin.

Queda todo entonces en mano de la interpretación, convincente o no, de todo ese repertorio mágico y de influencia radical en el devenir de la música de los últimos años. También ver a la generación indie, que expandió mitos de pureza artística impoluta que por lo general llevaban a la autodestrucción, enfrentarse una vez más a sus dinosaurios particulares. Será duro comprobar cómo estos adoptan la misma actitud de las bandas que otrora se criticaban por inercia. O peor incluso. Porque, la verdad es que las últimas obras de Dire Straits o Rolling Stones tienen más calidad que el citado Beneath The Eyre, ese disco que, como la mayoría de la producción de esta segunda etapa del grupo, casi mejor olvidar… para disfrutar de lo que hay que disfrutar.

Uno, que sinceramente no le prestó mucha atención a este retorno, los va a ver mañana por primera vez con la emoción y el escepticismo librando una batalla.. Ya os contaré qué tal.