La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Belle & Sebastian
Santiago, Plaza de la Quintana
28-7-2014

Ocurrió más a o menos a mitad de de actuación. Las campanas de la Catedral de Santiago se mezclaban con la tenue melodía de If You’re Feeling Sinister. No importaba que un puñado de impresentables se dedicasen a berrear (realmente penoso el comportamiento de algunos). No era momento para perderse en reproches. Había que avanzar unas cuantas filas y acariciar, aún más de cerca, esa canción. Lejos del jubiloso entretaiment pop que se había mostrado hasta el momento, Stuart Murdoch capitaneaba ahí a los Belle & Sebastian que tocaron la fibra de toda una generación a finales de los noventa. Aquella música se encontraba ahí. Invitaba a volver a los días agridulces en los que tocaba rebozarse en ella, como postadolescentes desorientados mientras el mundo adulto llamaba a la puerta. Sonando con tanta fragilidad, de nada servía el pragmatismo de abandonar las anteojeras de la pureza indie. Todo lo contrario. Eso era mmmmmmmmm… esa sensación de deshacerse dentro de una melodía.

Lo del concierto de Belle & Sebastian de anoche se presentaba como la gran actuación del verano en Galicia. Y, al final, se desarrolló como uno de esos encuentros con los amigos de la universidad que en su día lo fueron todo. Se sabe de antemano que nada será igual, pero en algún momento surge ese brillo vivo en la mirada que nubla las sensaciones. Parece que, de nuevo, se ha vuelto 15 años atrás en el tiempo. Viviendo, pensando y sintiendo del mismo modo. Los escoceses emitieron ese brillo. Pincharon el corazón con If You’re Feeling Sinister y conmovieron como solo se conmovía entonces. Trasladaron al fan a los días en que sus epés se grababan en cinta virgen y se enviaban en sobres acolchados con una nota a mano explicativa. De aquellos rescataron Dog On Wheels, al poco. Pero claro, demostrando claramente que hoy por hoy son otra banda. Igual que los amigos aquellos. Porque en la vida todo evoluciona y hay aceptarlo. O no. Cuestión de brillo, ese brillo que lo nubla todo.

Belle & Sebastian se plantaron en Santiago como una banda rodada y convincente. Atacan el pop en múltiples direcciones (del folk al soul, pasando por el funk) con erudición de fan y gran solvencia. Pretenden regar de felicidad a sus seguidores y lo consiguen ofreciendo piezas de pop saltarín como I’m a Cuckoo o Sukie in the Graveyard. Piden palmas, suben personas al escenario, se comunican con ellos y, poco a poco, crean una gran fiesta. Formalmente, poco hay que reprocharles. El repertorio resulta estupendo y lo defienden con solvencia. De hecho, seguramente sean una mejor banda ahora que en 1996. Poniéndose exigentes, se podría reprochar algún problema de sonido en el tramo inicial, que el volumen general fue quizá algo bajo y que, quizá, hubiera sido deseable realzar la presencia de las cuerdas en piezas como Women’s Realm.

Sin embargo, desde el corazón, las cosas se ven de otro modo. Llega la segunda voz de la citada Women’s Realm y, vaya, se echa en falta muchísimo a -sí, aún estamos con esas- Isobel Campbell. En el bis ataca Stuart el Get Me Away From Here, I’ Dying -sí, esa canción que durante años se metía bajo la almohada- y cuesta encontrar una forma peor de despojar aquel himno de su mágica esencia original. Y, lejos de desencadenar una locura colectiva, va la explosiva Legal Man y suena como mera música de fondo en su condición de cohete con pólvora mojada. Y el brillo se desvanece.

Llegado a ese punto -con una sonrisa en la boca, pero sin que la música llegue a contagiar por dentro- toca volver a la casilla de salida y dejarse de engañar. Hubo un día en el que Belle & Sebastian escribieron las canciones que necesitaban nuestras vidas. Ahora, se limitan a endulzarlas. Ayer se disolvieron como un azucarillo ante nosotros con una actuación bonita y entretenida. Pero para nada memorable. Dependiendo de lo que haya significado la banda en el pasado de cada cual se podrá valorar el nivel de satisfacción. Habrá quien se haya despertado esta mañana con ganas de escucharlos al desayunar y habrá quien no. Yo no lo hice. He ahí la diferencia.

Foto: Xoan A.Soler