La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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opera-egipcia Hay mucho de experimento lúdico en la nueva etapa de Los Planetas. Desde La leyenda del espacio, semeja que J y su troupe se dedican a ensamblar diferentes géneros en la búsqueda de colosales edificios sonoros. Sí, su universo se revela como un inmenso juego de construcción y en ese Lego particular están clarísimos los colores de cada pieza. También se sabe perfectamente que estas proceden de diferentes compartimentos. Así, un tramo de kraut-rock a la Neu! se conecta con el espíritu de Manolo Caracol, un tango termina haciendo clic con una ficha de surf o el tecno-pop a lo Magnetic Fields acaba por encontrar acomodo con una sevillana interpretada por La Bien Querida. Se trata respectivamente de Romance de Juan de Osuna, La llave del oro o La veleta.

Ambos son temas incluidos en su nuevo álbum, Una ópera egipcia. Las piezas que los componen, lo dicho, no ocultan su origen variado. Pero esa dispersión, sin embargo, cuaja a la perfección. Por seguir con la metáfora: una vez ensambladas las piezas del Lego planetario el muro muestra una solidez total. En su acabado final nada chirría, nada parece forzado, no ha lugar a la sospecha de fusión pachuli. Eso tratándose de un discurso que enlaza un lenguaje relativamente moderno como el del indie-rock y otro ancestral como el flamenco, tiene un mérito inmenso. Pero más mérito aún tiene otro aspecto: que sigan emocionando como en los tiempos del Super 8.

Mucho más luminoso y rock que su predecesor, Una ópera egipcia —título que alude a la expresión que los gitanos emplean para referirse a las obras maestras que dejan a uno sin palabras— revalida al grupo en esta segunda etapa de exploradores sónicos en su tradición. Si acaso, poniéndonos muy exigentes, cabría reprochar que algunos cortes de su lado más pop, como la colombina de Soy un pobre granadino o Una corona de estrellas, no llegan a impactar como las grandes dianas de Pesadilla en el parque de atracciones o Nuevas sensaciones a las que parecen continuar. Y punto. Porque el resto es, desde ya, un firme candidato a mejor disco nacional del año.

Aparte de las citadas Romance de Juan de Osuna, La llave de oro o La veleta, merece una mención el fandango de Atravesando los montes, que tiene un pie aún en Una semana en el motor de un autobús. Pero, de manera especial, destaca la soberbia una tripleta final que enlaza directamente con su predecesor. Primero, con la efervescencia lírica de Virgen de la soledad, luego con la desgarrada La pastora divina llevada al infinito por Enrique Morente y, finalmente, con la extensísima Los Poetas, toda una invocación a los Spacemen 3 que miraban a Kraftwerk desde la nueva óptica del grupo.

Cuando termina el álbum, la plenitud es total. Puede que haya quien eche en falta aquellos himnos juveniles de antaño, pero quizá ya vaya siendo hora de pasar página o, en su defecto, decantarse por otro tipo de bandas. Aquí todo eso se terminó hace ya años. Por contra, la madurez planetaria supone uno de los capítulos más fascinantes y valientes del rock nacional actual. Toda una reinvención confirmada en este segundo paso, que da a entender que aquí reside un filón para seguir explorando disco a disco.

Entrevista a J realizada en octubre del 2009 aquí