La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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nacho-vegas-sentado1Pocas figuras resultan más atractivas en el rock nacional que Nacho Vegas. Prolífico e inquieto, con una personalidad indiscutible y un altísimo nivel de calidad (aunque eso, claro, se discute… y mucho), seguir sus andanzas supone uno de los ejercicios más estimulantes para aquellos que busquen un discurso roquero en castellano, sólido y narrativo que gira constantemente sobre unas mismas claves. Nos referimos a los claroscuros del miedo y el porqué de la culpa. También a esa parte de mentira que tiene la verdad y la eterna persecución de la paz, bien por vía física o química. Y, cómo no, lo efímero de la llama del amor, pero lo deslumbrante de esta cuando se prende. Todo ello siempre con las suficientes vueltas como para que no decaiga el interés en sus lanzamientos. Afortunadamente, su estatus de cantautor indie oficial permite que, prácticamente, acuda a los escenarios de las principales ciudades de España cada vez que toca presentar al público en vivo un nuevo trabajo.

Esta noche en Vigo y mañana en A Coruña toca la presentación de El manifiesto desastre, su último elepé. Pero toca además la necesidad de borrar la floja actuación que dio en la ciudad herculina en la gira conjunta con Christina Rosenvinge en marzo del 2008 dentro del festival Vangardas Sonoras, con diferencia la peor de las cuatro veces que se le pudo ver por aquí. En esta ocasión allegados al músico, críticos y fans coinciden en que Vegas atraviesa un espléndido momento en directo, con una banda que funciona a las mil maravillas. Motivos no faltan. A estas alturas le sobra repertorio como para armar un concierto sin fisuras. Solo falta eso, que todo fluya como aconteció, por ejemplo, en la presentación que aquí, en A Coruña, dio del Cajas de música difíciles de parar cuando todos los astros de alinearon para un recital para el recuerdo. Ah, y polémico: en él reinterpretó la narración de En la sed mortal introduciendo a Xoel López (Deluxe) como un espontáneo que salía debajo de la mesa en la que Nacho Vegas y Dodó (el personaje de la canción) cenaban. “¿Pero que haces tú ahí abajo si eres un cantautor sensible y vendes muchos más discos que yo?, preguntaba Vegas enfundado en una camiseta de Britney Spears. Era la época de Stanislavsky, en la que más exageraba su personaje.

Ahora un buen número de grandes canciones se suman al listado. El manifiesto desastre, pese a no llegar al nivel soberbio de Desaparezca aquí (que si no es el mejor disco de rock nacional de la década, no le anda lejos), es un gran disco repleto de grandes temas. Con un excepcional sonido -mate, denso y amplio- engulle desde que, tras unos segundos de piano, se inauguran con las guitarras de Dry Martini S.A.y versos como “Tomo notas para hacer de mi vida sin ti algo habitable” se encargan del resto. A partir de ahí, surgen luminosos arpegios y confesiones sobre el miedo, su aceptación y la posibilidad de enajenarlo en una canción como los de Detener el tiempo (que contiene una de las letras más bonitas y emotivas de su carrera) alternados con la tensa oscuridad de Junior Suite -un nuevo e inquietante descenso a las tinieblas del sexo clandestino- y la lúdica evocación de Elvis Presley vía T.Rex de Lole y Bolan, con un cachondo monólogo entre Vegas y Christina Rosenvinge (su actual pareja).

Son apenas las cuatro muescas iniciales de un disco que, pese a lo que pudiera parecer, guarda sus diamantes para el final. Nos referimos a joyitas como Mondúber, una excepcional muestra de rock cocido a fuego lento que estalla de un modo totalmente arrollador entre coros femeninos y vientos, o Morir o Matar un grandioso broche épico que se antoja perfecto para cerrar ambas noches. En los dos casos se espera el lleno. Si ello se produjera confirmaría la buena salud del rock, del calidad, del de verdadera calidad y no eso que se nos vende como tal día a día.

Si quieren ir haciendo boca, he aquí las impresiones que su concierto de Bilbao causó en el pintor coruñés Pablo Gallo hace apenas un mes. Y aquí la encendida crónica de un concierto suyo en Madrid por parte de otro ilustre gallego, el crítico David Saavedra.