La Voz de Galicia
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EL resentimiento es volver a sentir un pesar o dolor moral causado por alguna ofensa que  no se puede olvidar, su carácter crónico y a veces transgeneracional va escoltado por el rencor (el odio eterno) y la agresividad.

El resentido querría vengarse de su agraviante pero el miedo le paraliza, lo que le hace sentirse aún más resentido.

Ya sea en la familia, las amistades, el trabajo o la política, todos nos sentimos agraviados en algún momento dado y sufrimos de resentimiento. La diferencia está en que hay gentes con un software mental que impide borrar las ofensas y otras que no.

Naturalmente los resentidos sufren mucho más que los otros aunque estos tampoco perdonen -aceptar no es perdonar- quizás por esto, para no sufrir de resentimiento, La Biblia recomienda perdonar a quienes nos ofenden.

Más preciso a la hora de entender como cuaja un resentido nos la da el siguiente proverbio árabe: Siembra un pensamiento y cosecharás un acto; siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino. El destino de los rencorosos es estar eternamente enojado y envenenado por el odio y la sed de venganza.

¿Quién no se ha sentido alguna vez humillado y a la vez impotente? Por un amigo, una pareja, un compañero, un hermano, un enemigo…En el ámbito donde más se instala el resentimiento y más nos cuesta a todos es en el ideario político. No existe nada peor que un resentido llegue al poder vendiendo su resentimiento como una liberación colectiva; hay mucho resentido suelto que por diferentes razones comulgan con  idearios que alientan la posibilidad de una revancha, pero no es posible crear una sociedad armoniosa de resentidos, todos los nacionalismos lo son y Putin es un buen ejemplo.

El filósofo estadounidense John Rawls ejemplifica esta situación  así: supongamos que se convocara una reunión de filósofos llamados para definir el concepto de justicia con una sola condición, que todos dejen fuera de la reunión su propios  conceptos de justicia, sexo, raza, ideología y experiencias sentimentales, es decir, prescindiendo de toda idea preconcebida del mundo para poder llegar a un consenso. En tal situación, una persona resentida no podría sentarse jamás en la mesa ya que siempre pensaría y actuaría en base a sus sentimientos personales de agravio tratando de imponerlas a los demás, porque para el resentido: ¿qué importancia tiene la injusticia ajena más allá de la propia?

El resentido vive siempre al acecho para poder vengar la afrenta que le posee (real o no), la realidad de los otros no modifica sus emociones por lo que, aunque dirigidas hacia alguien, no les importa que afecten a todos.

Ucrania en el corazón.