La Voz de Galicia
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Hacia años que no celebraba  los festejos navideños ni escribía la carta a los Reyes Magos, únicamente se reunía con su hermano y  su cuñada el día de reyes para merendar el  roscón. En realidad, eran pocas las salidas que hacía de su casa y pocas las veces que apartaba la vista del ordenador para salir al aire libre.

Todos los años encargaba uno de  kilo  en la pastelería «La Sorpresa»  que quedaba a dos manzanas  de su piso y todos los años se planteaba la duda de si comprarlo con fruta escarchada o sin ella, relleno o a pelo, pero siempre acababa encargándolo sin fruta y  sin relleno que era como realmente le gustaba.

La rutina establecida era recogerlo por la mañana y antes de comer hacía una pequeña cata con un café con leche en espera de darle fin en la merienda.

Lo recogió temprano para evitar  virus y  gentío, entró en la pastelería con una mascarilla negra que, contrastando con su color pálido informático, le daba un aspecto draculino. Lo recogió, pagó y  se fue para casa a tomarse el café despotricando de los dos parroquianos madrugadores que se cruzó acompañados de una niña  en patinete.

Partió una pequeña porción dispuesto a ahogarla en el café cuando escuchó un ruido raro, acercó la oreja y oyó : «poffavó…afuda…faquemé deafí». Miró asombrado el bollo, lo apretó y  la voz sonó más fuerte: «Ay!! Foder!! mafedaño». Hundió el índice en la masa a modo de garfio y sacó una figurita del rey negro envuelta en papel film.

Ya liberado, el rey comenzó a sacudirse los armiños hasta que quedó reluciente. ¿Pero  usted quien es y que hace ahí? -preguntó incrédulo-. ¿A ti que te parece? Hoy es dia de Reyes, soy negro y voy vestido de rey, blanco y en roscón ¿no?

¿Pe, pe, pero que dice?, los reyes magos no existen, usted solo es una figurita y nada más. Yo no creo en los reyes magos y cuando creía nunca me trajeron lo que quería. Replicó.

La figurita le miró entornando los ojos y murmuró: la historia no es más que viejos errores cometidos por gente nueva como tú que no creen en nada. Si no te trajimos lo que querías es para que aprendieras a querer lo que tenías, pero veo que no te ha servido de nada.

Cogió la figurita le sostuvo la mirada desafiante y concluyó: Ya, pues no seré yo quien pague el roscón este año porque usted se haya metido aquí y me suelte sermones.

Lo incrustó en el bollo, mojó generosamente el café y se lo engulló

Aprender a querer lo que se tiene…!bobadas de reyes!