La Voz de Galicia
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Durante el paseo matinal por el Dédalo de corredorias que circundan mi casa, encontré con un vecino -también paseante de amaneceres- que me informó del ataque sufrido por unas ovejas que otro paisano del lugar tenía en una leira. Me sorprendió que mientras mostraba con el móvil las fotos de los animales destripados, afirmara que había sido «o lobo». ¿Tan cerca de las casas? -pregunté- Sí, sí, dicen que fueron unos que los soltaron por aquí. La respuesta me dejó aún más perplejo aunque no desdeñé la querencia aborigen de echarle la culpa al forastero anónimo cuando de achacar desgracias se trata.

La misma lógica que cuando pasa una avioneta le hace afirmar: » xa están botando o escaraballo» o cuando el huerto no está productivo: «iso foi Meirama».

El caso es que defendí mi incredulidad apostando porque más lógico que o lobo, sería que fueran los jabalíes que por estos lares son legión. «No, no, foi o lobo» -replicó seguro del  argumento- tamén le paparon un feixe delas o da Rectoral, que tamén ten animais, e tuvo que botar  mastíns».

Ah! entonces arreglaría -contesté ya cómplice de su hipótesis asesina-. «Que va, que va, os mastíns non fan nada se non lles bota o burro».

La respuesta resultó aún más surrealista, pero antes de entrar al choque dejé que argumentara y quedé atónito. Resulta que sí, que cuando de proteger al ganado del lobo se trata, es necesario tener un burro.

O lobo suele atacar de noche y sigilosamente, por lo que es muy frecuente que los poderosos y pachorrentos mastines no despierten de sus sueño y no se enteren de nada, pero para eso está el burro.

El burro es quien alerta cualquier amenaza con unos rebuznos nucleares que hacen eficaces a los mastines.

Chámalle Burro.