La Voz de Galicia
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Conocí a Giorgi Dan. Coincidimos  en varios encuentros casuales en  el gimnasio de Jose Luis de Frutos -diploma olímpico de judo- dónde a veces entrenábamos juntos sus alumnos y los del gimnasio Banzai de Madrid con el sensei Rafael Ortega.

Aunque el nombre de Giorgie Dann sepa a cerveza de chiringuito y barbacoa, tenga temperatura de verano y provoque un síndrome  psicomotor de Bimbó y Kasatschok, Giorgie era un tipo inteligente, alegre, educado y cosmopolita; bajo sus imposibles solapas setenteras se escondía un músico de carrera y fuste, gran flautista y mejor saxofonista, además de  maestro titulado, que supo encontrar el éxito en ritmos sencillos y festivos que componía para ponerle banda sonora al verano de turno. Como judoca no era tan bueno, pero ponía mucho interés.

Muchas de las canciones que popularizó hoy serían inefables herejías: «¿qué será lo que tiene el negro?» (machismo y racismo intolerable), «la cerveza que tiene buen cuerpo y que buena está» (micromachismo metafórico),  «que buenos los chorizos parrilleros» y el elenco de go-gós (explotación heteropatriarcal del cuerpo femenino); pero a pesar de todo, los pecadores que habitamos el alienante mundo pre pandémico no quedan indiferentes ante su música cuando se trata de sudar la conga en una fiesta de verano.

A parte del personaje y sus connotaciones nostálgicas :¿cual es la clave de que Giorgie Dann y tantos otros artistas de décadas anteriores sigan poniendo a la gente a bailar?. La misma por la que tantas cosas «vintage» se ponen de moda, desde el vinilo a la ropa, desde  los muebles a los coches: la estabilidad que proporciona lo antiguo y lo clásico, frente al vértigo y la rapidez  contemporáneos. Lo explica muy bien Byung Chul-Han -«La desaparición de los rituales»- cuando hace referencia a que lo antiguo tiene algo de permanente y estable, una vuelta a casa apacible con tranquila certidumbre.

Es evidente que la relación y el apego que uno establece con un vinilo de los Beatles o un CD de Camilo Sexto -grande Camilo-, no tiene nada que ver con la que se desarrolla con el último modelo de iphone o el último Windows. Los unos permanecen y los otros son efímeros de temporada.

¿Cuántos éxitos de las dos últimas décadas siguen sonando actualmente? y ¿Cuantos de las cuatro décadas anteriores?. Dice Fito de los Fitipaldis en su último trabajo que el rok es una música  viejuna para viejunos, no digo yo que no, pero el rok y los ritmos de verbena los cantan y bailan muchos milenials que perrean con el regeton y el rap. Lo efímero frente a lo permanente.

!Brindo con calimocho por Giorgi Dan! antidoto de malos rollos, aroma de verano y bailemos el Bimbó.