La Voz de Galicia
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Nunca nuestra sociedad ha vivido tan fuera del mundo como ahora. Me refiero al mundo Real, a todas esas cosas, hechos y contingencias que nos desvelan que vivimos en un mundo del que hemos desertado  hace tiempo.

La salud y la seguridad del bienestar, la interconexión planetaria de la globalización, la infodemia generalizada de las TICS que emborrona la verdad atomizándola en un sin fin de verdades y «fakes» a medida, la vida paralela de las pantallas, la hegemonía de una economía neoliberal y tantas otras cosas más, nos han despegado de lo auténticamente Real.

Convencidos de que habíamos derrotado definitivamente a la naturaleza y que los avances médicos y tecnológicos habían cercado la enfermedad y las catástrofes, creíamos que las únicas sorpresas y misterios posibles eran los producidos por las plataformas audiovisuales.

La vivencia de la temporalidad y el espacio ha cambiado radicalmente en este mundo globalizado e inmediato donde el «aquí» y el «allí» han dejado de tener sentido. El mundo ha adquirido una circularidad asfixiante dónde todo comienza y acaba en el mismo punto sin posibilidad de escapatoria.

En un mundo así, cualquier contingencia surgida del mundo Real nos paraliza, y mucho más, cuando dicha contingencia tiene tintes catastróficos ya que, las catástrofes en el mundo de hoy,  también son globales. El efecto mariposa es una realidad constante porque el «allí» es el «aquí».

La pandemia vino a darnos una bofetada de realidad que nos ha dejado KO y ha hecho tambalearse los límites tempero espaciales, de lo propio y lo extraño que daban sentido a nuestra organización simbólica, tanto política como antropológica. Un virus real ha roto fronteras, culturas, nacionalismos territoriales y estrategias localistas para montarnos a todos en un Titanic dónde unos siguen tocando el violín y otros se ahogan en las bodegas sin disponer de salvavidas necesarios porque nadie contaba con su hundimiento.

Aún sin recuperarnos del contingente vírico, la realidad nos ha vuelto a desmontar el Lego de seguridad y control que teníamos montado sacudiendo terremotos, incendios, extinciones y cambios climáticos imparables.

La última contingencia real nos la ha traído el regreso de los talibanes de barba, burka y mutilaciones públicas. Desde un allí del siglo trece que pretendíamos redimir desde un aquí  de ONGS y alianzas militares del siglo XXI. Pretendimos instalar nuestro aquí en ese allí y ese allí se nos ha metido aquí. En el mismo barco, como un polizón suicida.

No supimos prever la contingencia del derrumbe de las Torres Gemelas, ni de los atentados de la pacífica Rambla, ni de todos los estados fallidos que se han producido con nuestro intento de cambiar la realidad.

Aquí y Allí ya no existen y… !Viva el vino!