La Voz de Galicia
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Es verdad que la realidad se percibe filtrada a través de varias lentes: la teoría, el conocimiento y la ideología,  dependiendo de ellas el mundo se ve, se entiende y se siente de diferentes maneras.

Tenemos libertad de ponernos las lentes que queramos o que más nos convenzan, unas veces son elegidas por la experiencia personal, otras veces acomodadas por la educación y la cultura. En principio todas son respetables y así debería ser, el problema empieza cuando quienes ven la realidad conforme a sus filtros quieren imponerla a los demás o cuando no toleran que otras gentes puedan ver las cosas de otra manera a través de los suyos propios.

Las ideologías radicales cometen este tipo de error, cuando más rígidamente convencidos de que su realidad es la verdadera, más censuran a quienes no tienen esa visión o  los pretenden «salvar» de su error adoctrinándolos  o encerrándolos en Gulags, campos de concentración, calabozos inquisitoriales, centros de reeducación y leyes que imponen su visión del mundo.

La tan manida superioridad moral de la izquierda que denuncian las derechas y el adjetivo – más manido aún- de fachas o fascistas que arrojan las izquierdas, ejemplifican lo dicho. No tener esto en cuenta, instaura la desconfianza entre unos y otros cuando no la suspicacia (rasgo patológico que otorga al otro la intención de hacernos daño o querer aniquilar nuestras creencias).

Por esto tenemos que aguantar un espectáculo político lamentable dónde – parangonando a Dostoyevsky- «La intolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles».

Acabaron con las azafatas de la fórmula uno y las chicas del Tour de France en base a una intolerable utilización heteropatriarcal de la mujer. Y dejaron sin trabajo a un montón de mujeres que sacaban un sobresueldo de esos bolos sin sentirse ofendidas por nada ni nadie.

Otros damnificados fueron los Riders, a quienes dejaron sin un sueldo necesario para estudiar o seguir progresando en la vida. Nada que ver con su condición de obreros esclavizados por una empresa devoradora a la que hay que expulsar de la realidad.

La última hace una semana, cuando la ministra Ione Ellora, quiso prohibir la actuación cómico-taurina del Bombero torero y su troupe de enanos toreros, entre otras «verdades», porque «a nadie le gusta tener un trabajo que es motivo de mofa».

Los rudos y valientes enanos -que saben lo difícil que es llegar a vivir bien con un trabajo del que se sienten orgullosos- no tardaron en responder a través de un comunicado filtrado desde su realidad que titulaba: No queremos que nos salven, estamos encantados de ser «Grandes, pequeños y taurinos».

!Huy lo que han dichoooo!