La Voz de Galicia
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¿Y qué me dicen del tiempo? De este vivir sin modo posible, ni de invierno ni de verano, cargados aún con el sallo del 40 de mayo y sin saber si, mañana, nos veremos adobados  por un sol fanfarrón y atorrante; procurando un gazpacho fresquito para hoy y mañana apetecerse unos callos. Planificando playas y viajes exóticos en este verano indultado por el virus cuando, sin avisar, te asomas a la ventana y se te corta el pis viendo un paisaje de Invernalia sin hogueras de San Juan.

Pero somos seres climáticos, seres variables capaces de adaptarnos a cualquier variabilidad climática y de otros órdenes, sean políticos, sanitarios o emocionales.

Esta cualidad tan nuestra – gracias a la velocidad punta que llevamos –  pretende invertir los términos y conseguir que el mundo se tenga que adaptar a nuestra extrema variabilidad. Así nos va.

Las prisas que tenemos para todo no tienen sentido alguno, son una parodia de los hermanos Max: » !Aprisa! llegamos tarde… !Corramos!. ¿A dónde vamos jefe?. No lo sé, pero !corramos!

¿ De verdad es necesaria tanta prisa para todo? Tener que cambiar tan rápido de energías, de ordenador, de dinero, de trabajo, de gigas, de tiendas, de dietas delirantes, de parejas y amigos, de móviles y de  algoritmos con voz en off de la señorita Siri. ¿Realmente lo es? Más bien parece ser muy rentable para unos y necesario para todos los demás.

La Prisa la da el negocio y la presa nosotros. De la prisa son hermanos etimológicos: apretar, presionar, oprimir, arrebato y alarma. Creo que está todo claro. La única solución es la misma de siempre : La Revolución.

El problema es que esta revolución no se puede hacer con armas, ni claveles, ni lacitos, ni party manifas, ni con  El Cid ni con el Ché. Porque hoy la clase obrera no tiene obras, la clase media no tiene medios y la clase alta no tiene clase. La Revolución la  tiene que hacer el ciudadano en base a un criterio que es el criterio vicario del que hay que derrocar. El criterio lo da la información y la información la da quién la da.

La bandera de esta revolución imposible lleva una peineta bordada en púrpura sobre fondo de pantalla blanco y el lema: «Consume tu que a mí me da la risa». Pocos está dispuestos a seguirla.

La pandemia nos obligó a consumir menos y la gente ahorró como nunca, pero me temo que este clima de bonanza no ha cristalizado en hábito y nuestra condición de seres climáticos nos ha vuelto a arrojar al ansia del consumo desaforado.

Más que seres climáticos parecemos seres meteóricos buscando  no se sabe qué.