La Voz de Galicia
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Se procedió a la suelta y  empezó el San Fermín. Miles de jóvenes se fugaron del entorno virtual para correr el virus al calor del 3D, del cuerpo húmedo y biológico, a las sonrisas con blondas, alcohol enmascarado y música espoleada.

Le preguntaron a una joven habitante de la muchedumbre resucitada: ¿Qué te parece esto? No me parece bien-respondió-. Entonces ¿porqué estás aquí?. No sé…- contestó con un gesto de incipiente embriaguez – !porque nos dejan!

La Libertad no es «hacer lo que nos da la gana si nos dejan», me lo explicó muy bien el maestro y compañero Federico Menéndez en un wasap de regalo y madrugada.

En 1784 Kant se preguntaba ¿qué es la Ilustración? y decía:  es el abandono por parte del hombre de su minoría de edad para pasar a ser responsable de sí mismo. !Sapere aude! (atrévete a pensar).

Pereza y cobardía, son las causas por las que hay tanta gente que prefiere seguir siendo menor de edad y prefiere que alguien vele por ellos;  no tener que pensar, que me dejen en paz y se ocupen de mis asuntos.

Contemplando el espectáculo viral de la multitud desatada, se entiende muy bien lo que alumbra Federico. Si los amos dicen que se acabó la cárcel y los bizcochos, me importa un huevo lo que yo piense y mucho más si hay algo en la conciencia me alerta  a no acudir a la berrea.

Uno es mayor de edad cuando puede despreciar las primeras cerezas de la temporada si las sabe envenenadas.

Ser mayor de edad es estar sólo. Como un felino, siempre desconfiado, siempre curioso, siempre dispuesto al acecho y a la alerta, sin urgencias. Atacar o  defenderse pero siempre solo en la estrategia.

Ser mayor de edad, cuando se cabalga al borde de un acantilado en una noche de tormenta, es dejarse guiar por el corazón del caballo pero sin soltar jamás las riendas.

Pensar lo que se siente y decir lo que se piensa, es virtud de la mayoría de edad.

¿A quién le extraña que una sociedad de niños adultizados y adultos infantilizados, se comporte así? ¿ A quién le sorprende que una sociedad enajenada en una bulimia tecnológica, sin procura alguna de silencio  y ensimismamiento que les permita pararse a pensar un rato? Pensar solitos, nosotros mismos con nuestros mecanismos -los de Dios o los que preste Salamanca- y obrar en consecuencia. Responsabilizarse de nuestra decisiones y conductas, sin echarle la culpa a los amos, aprendiendo a no traicionar convicciones  a cambio de humos estratégicos.

Y acabo con un pensamiento de Mafalda: «Mientras la ignoracia siga de fiesta, el mundo seguirá de luto»

!Grande Quino!