La Voz de Galicia
Seleccionar página

Tuve esta semana una charla automática de esas que se tienen en el ascensor , la cola del banco o la peluquería.  No soy de  dar conversación cuando me corto el pelo, pero ese día me entretenía tatareando sin abrir la boca el adagio de Juego de Tronos cuando mi peluquera me sacó del trance: «qué raro, está canturreando, ¿está contento? La gente que canta es porque está contenta, bueno no, a veces lo hace para espantar los males. Lo que cada vez es más raro es oír silbar a la gente «.

Me quedé pensando y  tiene toda la razón, cada vez se silba menos. Por un lado no me extraña, porque es más entretenido silbar en el campo, en la obra o en el taller, que delante de una pantalla. Las pantallas enajenan y el silbar requiere un cierto grado de ensimismamiento.

Tampoco se ve a tanta gente lanzar esos poderosos silbidos  castrenses que se dan con los dedos y la boca. Nunca conseguí aprender a silbar con los dedos (lo que me condenó al fondo de la tabla en la competición de machos alfa.)

Independientemente de mi natural torpeza para estas habilidades, lo cierto es que silbar así requiere su técnica. Hay virtuosos que lo consiguen mordiéndose el dedo pulgar o el meñique como Nadal el Roland Garrós, otros tragándose los cuatro pulgares a lo Nacho Vidal, otros con  los dos meñiques y otros haciendo un pífano, un aro con el pulgar y el corazón…Todo un arte.

Pero es verdad que la gente silba menos ¿por qué será?¿estamos tristes?¿estamos preocupados? No. Lo que pasa es que es imposible silbar mirando pantallas que es lo que hacemos y ¿para qué vas a silbar un recuerdo musical pudiéndolo oír al instante en el Spotify?

Deberíamos silbar más.