La Voz de Galicia
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La próxima estrategia a ensayar en la lucha contra la pandemia va a ser el «toque de queda» que fuera de las connotaciones militares -la última vez que tal cosa se vio en nuestro país fue en Valencia el 23F- viene a ser la versión castrense del: «pása pa casa» de toda la vida.

El «pasa pa casa» es, más bien era,  el ejemplo más claro del ejercicio de la autoridad paterna frente a las conductas inadecuadas de los vástagos fuera del ámbito doméstico y el toque de queda no es más que su versión ampliada a toda la comunidad

El derrumbe de la autoridad (simbólica y real) es una de las características más destacadas de la sociedad contemporánea y la causante de muchos daños colaterales que estamos comenzando a padecer. El virus ha venido a rescatar  la necesaria auctoritas  como último recurso al descontrol del ciudadano del bienestar que sólo atiende a la satisfacción de su deseo  sin pararse a pensar en las posibles  consecuencias  de sus actos. En una de las fiestas universitarias que se han mostrado estos días en la tele, una joven borrosa y toda llena de razón, contestaba al reportero: ¿ a ver? si no nos dejan divertirnos en la calle ¿nos tendremos que buscar la vida no?

Tiene razón la muchacha porque la fiesta y el descontrol son aspectos apetecibles y en ocasiones hasta saludables en la vida, pero su perplejidad  muestra una falta absoluta de conciencia de lo que es un límite. Ni siquiera existe un atisbo de sentimiento de culpa porque  no existe el de transgresión de nada.

El desinterés interesado de la autoridad políticamente correcta a la hora de legislar los límites del botellón o los desparrames juveniles, las rutas del bacalao con farlopa y alcohol hasta las cejas o la deambulación en manada por las calles berrando hasta el amanecer; ese desinterés, ha instaurado entre los jóvenes adultizados y los adultos infantilizados, una normalidad del ocio completamente anormal.

No es normal que niñas de trece años anden de madrugada rifando comas etílicos en un botellón, ni que la hora de inicio de la juerga se demore hasta la una de la mañana, pero nadie hizo nada, nadie se atrevió a señalar los  límites.

Construir nuevas formas de ocio (o reconstruir antiguas) que obstaculicen la propagación del virus no va a ser tarea fácil pero sí necesaria.

Porque lo que pasa, es que no se reconoce ninguna autoridad  suficiente capaz de ordenar un “Pása pa casa” y obedecer.

Cuando se pierden los límites simbólicos se imponen los biológicos y estos, van a cobrase muchas víctimas antes de que entendamos que no podemos seguir viviendo así.

Pasa pa Casa!