La Voz de Galicia
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Albert Soler es un inefable periodista del Diari de Girona y un incendiario botifler, bestia negra del Prosés, iconoclasta de la Cataluña más vanidosa, látigo de honorables y ex defensa central del Girona.

Soler es de los pocos que se atreve a desnudar  al establisnment catalán y sobrevivir en el corazón de la Cataluña profunda. Escribe bien y su ironía es tan corrosiva que paraliza a sus verdugos y encandila a los librepensadores.

Soler presentó hace poco un libro de hilarante lectura y profunda reflexión titulado: «Estábamos cansados de vivir bien»,  donde cuenta que en una conversación entre dos pescadores de 80 años sobre el prosés, la conclusión a la que llegaron fue que los catalanes «estábamos cansados de vivir bien»; a lo que Soler ironiza: !Cómo que cansados de vivir bien! de eso nada, ni ahora ni antes. ¿Cómo vamos a vivir bien bajo el yugo de Madrid, del opresivo, sanguinario, arcaico y explotador Estado español, que  nos trata como una colonia del imperio?

Dice Soler, cuando me doy un garbeo por los pueblos vecinos de mi ciudad, antaño zonas rurales y hoy residenciales, veo unos casoplones de miedo, con su césped, su piscina, su terraza y sus tres coches en el garaje, y sin embargo nunca falta un gran lazo amarillo, signo de vivir oprimidos. Me da pena esa pobre gente que no tiene libertad, no como los trabajadores de mi barrio que no llegan a fin de mes y no tienen tiempo de estar oprimidos. Los pobres somos totalmente libres: podemos elegir qué banco nos embarga, y algunos incluso eligen qué comida diaria dejan de hacer, si el almuerzo o la cena. Los ricos, en cambio, con sus lacitos amarillos, qué vida mas triste, oprimida y esclava deben llevar. Obligados a pasar las vacaciones en la casa de la costa, obligados a comer tres veces al día, obligados a comprarle un utilitario a la niña en cuanto cumple los 18… Realmente no tienen libertad alguna.

Solo el aburrimiento de vivir bien puede explicar las barricadas en las ampulosas avenidas del entorno del Camp Nou, barrio de pudientes; donde se jugaba un partido de fútbol en día laborable en un estadio imponente, con capacidad para cien mil espectadores, con entradas caras, palco de lujo, una coreografía olímpica y  1.600  agentes de seguridad  porque entre los boixos nois, los radicales y los del «Tsunami democrátic» tienen acogotados a los ciudadanos de una Barcelona moderna, bella, emprendedora y rica.

Lo que cuenta Soler , es extrapolable a las caceroladas del barrio de Salamanca, las manifas de la izquierda radical, los insultos, improperios y la bronca parlamentaria que sufrimos resto ciudadanos.

Estábamos cansados de vivir en Paz.