La Voz de Galicia
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Según Freud, el funcionamiento mental se rige por dos principios básicos: el principio de deseo y el principio de realidad. El principio de deseo busca eliminar el malestar y obtener la satisfacción de la forma más inmediata posible; el de realidad regula el anterior, evitando que se imponga cuando las condiciones en el mundo exterior no son las adecuadas.

El galimatías de la desescalada del confinamiento, apurando tiempos, relajando alertas, alentando bajar la guardia y retomar el placer de la rutina anterior a la pandemia, obedece al principio de deseo. Las consecuencias de una suelta descontrolada y las conductas irresponsables que en ella se puedan dar -que ya se están dando- pueden hacer que el principio de deseo se choque de bruces con el principio de una realidad que dista mucho aún de ser apacible.

Se entiende bien el apuro que tenemos por retomar la normalidad perdida, pero conviene escuchar el tenue rugido de la realidad presente, por mucho que nos incomode, por el bien de todos y muy especialmente por la integridad de los encargados de enfrentarse a sus consecuencias.

Ojalá este primer escalón de libertad que se nos acaba de abrir no determine una nueva acometida del bicho, algo que no sabremos hasta pasadas unas semanas de relativa vuelta a la añorada normalidad.

Y ojalá, si efectivamente eso no se produce, a la gente no le de por vacacionar este verano -que inevitablemente aumentará el turismo nacional- eligiendo la tentadora Galicia como un destino que evita grandes aglomeraciones y disfruta de playas, gentes y gastronomía magníficas, sin ofender al resto de España con supremacismos insolidarios. ¡Al suelo que vienen los nuestros!