La Voz de Galicia
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Allá por el siglo XVII cuando Sevilla era un Manhattan con acento andaluz donde arribaban naos de todo tipo, dónde se estibaba el oro y la plata del Nuevo Mundo  cobijando el deseo de una plétora de truhanes, pícaros, matones de taberna, cortesanas de mil velos, pobres, tullidos, lindos galanes y señoritas bien.

En aquella Sevilla de entonces, cosmopolita y mugrienta, cuentan que las prostitutas se hacinaban en los pantalanes cuando atracaban los barcos para mostrar su mercancía a  marinos llenos de tatuajes, hambre de sótanos y magníficas heridas.

Una vez el cabo  amarraba al noray, la algarabía  se exacerbaba y las prostitutas abanicaban las sayas para dejar entrever sus encantos a los Ulises sedientos de desahogos.

Entre el alboroto de las maniobras los ingleses faenaban sin quitar ojo a las mujeres a las que gritaban excitados: » Show me now», «show me now».

Así fue como los lugareños dieron sentido al grito de guerra de los anglosajones, entendiendo que lo que  decían, no era tanto una súplica calafateada de machismo sin desbastar,  sino un grito de júbilo ante lo que contemplaban. El «Shu-mi-no», quedó acuñado como un sinónimo más de los genitales femeninos.

Lo mismo ocurrió en otros ámbitos como el «chimichurri», palabra creada por los aborígenes ibéricos cuando paladeaban un churrasco y escuchaban a los guiris decir: «give me the curry», convirtiendo el curry en «chimichurri» , sin duda más adecuado para un asado.

Por más que he lo he pensado no acierto a encontrar ningún término reciente que cumpla estos criterios de desplazamiento del original a pesar de la inundación de anglicismos que anegan nuestra lengua.

Queda un relicto en Ferrolterra, dónde usan el imperativo » a todo filispín» derivado del «Full-speed» propio de la navegación que tan  bien conocen los ferrolanos.