La Voz de Galicia
Seleccionar página

La palabra grotesco aparece como referencia a los murales que adornaban las «Grottes» – amplias estancias que se encontraron en algunas casas romanas destacadas, como la Domus Aurea de Nerón o el Palacio de Tito-,  murales de hombres y animales en  espacios fantásticos y oníricos  llenos de plantas, flores y hojas, mezclados fuera de contexto y proporción que atrapaban la mirada, y  que se convirtieron en un estilo pictórico remedado posteriormente por grandes artistas como El Bosco, Archimboldo, Dalí, Goya o Freud; de la pintura la idea saltó a la literatura dando obras grotescas de calidad y  cambiando el sentido semántico del término grotesco. Si en su origen hacía referencia a un mundo fantasioso y onírico de carácter ornamental, con la literatura  y el resto de las artes el término pasó a ser cualidad existencial, una forma de humor trágico, una realidad irreal y pasmosa.

Las obras grotescas son históricamente transversales pero se desarrollan más en determinadas épocas. Algunos autores dicen que lo grotesco se expresa más en tiempos de revolución y cambio, que la introducción de lo grotesco en la realidad sirve para acentuar lo que hay de absurdo en ella, dejando al descubierto las trampas de la razón.  Inmanuel Kant decía que lo grotesco es un sutil desequilibrio de lo sublime.

El cuerpo humano siempre fue un lugar privilegiado para expresar   lo grotesco: tatuajes, operaciones estéticas , pirsins ,   cyborgs… este afán actual por adornar  el cuerpo  es su mejor expresión contemporánea.  Cualquier programa de concursos o citas de la tele rosa tiene parte de fantasía ornamental y parte de realidad, son monumento de lo grotesco dónde todos son adornos de sí mismos.

Los discurso de Thrump o de Greta aturden porque su aspecto y entonación no se corresponde con la prédica que comunican  resultando  disconformes y grotescos.

El mismo gobierno es una ornamentación de seres vivos, vegetales y minerales diversos. Algunas fotos del posado del gobierno delante de la Moncloa que circulan como bromas por el wasap, tienen un  cierto aire grotesco.

Joyas de lo grotesco se tallan a diario y una de las más sutiles- capaz de sorprender y equivocar el entendimiento-  es el procés catalán. En él se confunde el adorno con la realidad, una especie de «Amanece que no es poco» y Monty Pyton,  dónde los personajes no son lo que pintan, juegan pero no juegan, son malos y buenos a la vez y son lo que son, no lo que dicen que son; todo dentro de una trama que no se sabe si es de tema histórico, un thriller político, una comedia inteligente o tantas cosas más.

Lo grotesco nos salpica mires donde mires, debe ser verdad que estamos en tiempos de revolución..