La Voz de Galicia
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Freud señaló el comienzo de la civilización en el momento en que el hombre, en vez de lanzarle a otro un venablo, le lanzó una injuria. Desde entonces la cuestión no ha variado, en el siglo XXI nos seguimos lanzando injurias en vez de venablos.

La injuria es una expresión proferida  en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona.

Cada época ha utilizado las injurias para dañar lo más posible al enemigo acusándolo  de transgredir la ideología imperante.

En otros siglos el contenido principal de las  injurias fue la infracción de la doctrina religiosa, siendo incontables los congéneres quemados, decapitados, desterrados, encarcelados o torturados en base a un libelo acusador. Y siguen siéndolo.

En la Serenísima República Veneciana había -y sigue habiendo- un buzón en forma de cabeza de león dónde cualquier ciudadano podía introducir una denuncia, una injuria o un libelo acusador en forma anónima que la mayoría de las veces acaba con el acusado en mazmorras o flotando por el Gran canal acusado de traición al Dux.

La inquisición se nutrió de falsas acusaciones e injurias que no eran más que venganzas enmascaradas buscando menoscabar el honor de cualquier buen cristiano.

En nuestra guerra civil las injurias arrojadas sobre ciudadanos inocentes cuyo único delito era la  enemistad de su vecino según el color del bando delator , causaron más muertos que el frente de batalla.

La Alemania nazi despachó millones de judíos injuriados

Las nuevas ideologías siguen aplicando el mismo sistema de destrucción del otro en base a la delación de nuevas herejías.

Como siempre, siguen pagando justos por pecadores  los escarnios de quienes buscando venganza o simplemente notoriedad, destruyen brillantes carreras profesionales de inocentes como  Plácido Domingo, Woddy Allen, Morgan Freeman…y un montón de víctimas de la cara oscura del Me too.

Efectos colaterales de la nueva Civilización.