La Voz de Galicia
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Una muchedumbre enardecida ruge en francés al crujir de la cabeza del Rey bajo guillotina. Es  la Revolución, la revuelta que cambió la organización social del mundo.

Hasta entonces la tarea de defender y el arte de la guerra eran cuestiones exclusivas de la nobleza que tenía sus prebendas,  pero también sus deberes, el más sagrado de todos era la defensa del territorio y  la protección de sus vasallos.

Al ser decapitados perdieron los privilegios y el pueblo dejó de tener sus protectores.

Su extinción se resolvió en Europa con la formula democrática de: “no queremos nobles, no los necesitamos, el pueblo puede defenderse solo”. Y creamos el servicio militar obligatorio, a Napoleón, a Hitler a Stalin y  otros conflictos aún presentes.

Beethoven lo entendió bien cuando concluyó  la tercera sinfonía – compuesta en honor de su admirado Napoleón- y se enteró de que éste acababa de autoproclamarse Emperador, fue entonces cuando  tachó el título y la llamó “La Heroica”, añadiendo la siguiente dedicatoria: “Para Napoleón, al fin y al cabo, un hombre cualquiera”.

La protección democrática que vino a sustituir a la antigua aristocracia no se plasmó en los países anglosajones del mismo modo que en el resto de Europa, ellos derivaron a un:  «Todos somos nobles y todos estamos obligados a defendernos solitos”.

El deber y el derecho a defenderse  se plasmó en su Constitución y crearon el Club del Rifle, las películas de vaqueros, los superhéroes del cómic y una de las democracias más sólidas del mundo.  También las matanzas escolares y el crimen organizado.

La cuestión de la venta libre de armas en EEUU arranca de la esencia misma de la democracia americana, dónde cada uno es el responsable de su seguridad y la de los suyos.

En Europa la seguridad es obligación del Estado, y si pasa algo es porque ha fallado su protección.

Los americanos no se fían un pelo de los poderes públicos y no delegan en ellos su seguridad personal.  Quizás esta forma de entender la democracia es lo que les ha dotado de ese feroz individualismo y el respeto obsesivo por la libertad individual aún a riesgo de caer bajo las balas de cualquier ciudadano psicópata.

Nadie  pone en duda las intenciones de que quien compra un arma de buena fe lo hace para defenderse y asume el riesgo de que cualquier Psicópata pueda también hacer lo mismo.

Pero nadie puede defenderse de los síntomas; esos no son cuestión de armamento ni de policía sino de prevención y salud mental.

 La locura es una patología de la libertad, de toda  libertad, también la de comprar armas para asesinar los síntomas asesinando  gente.

Lo vemos casi a diario aquí y allá.