La Voz de Galicia
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Hay veranos en este Finisterre peninsular en los que  el hombre, las fiestas, las verbenas, los arenales o la gastronomía palidecen frente al verdadero protagonista: el Clima.

El clima siempre es el decorado que determina cualquier actividad humana pero hay dos aspectos donde se muestra más determinante: la guerra y el verano en Galicia.

En el verano de 1588 la Armada Invencible rindió su poderío frente a una borrasca que duró sesenta días y diezmó los sueños imperiales de Felipe II.

A principios del otoño de 1812 Napoleón perdió la batalla contra el «General Invierno» ruso, señalando el inicio del fin de su imperio. Tal fue el cabreo del gabacho que ordenó al astrónomo Le Verrier encontrar la fórmula capaz de predecir el tiempo, no la encontró, pero fue el precursor de lo que posteriormente  -con el advenimiento de las comunicaciones telegráficas-  sería un sistema de concentración de datos meteorológicos centralizado en París capaz de alertar temporales en Europa.

En la segunda guerra mundial la niebla que envolvía las bases inglesas se convirtió en un aliado de los alemanes al hacer imposible el aterrizaje de los aviones aliados que regresaban de sus incursiones continentales; en esta ocasión fue Churchil  quien instó a sus científicos a desarrollar un sistema capaz de dispersar esa niebla, cosa que consiguieron con el sistema FIDO ( fog intensive dispersal off) que emitiendo calor produce el mismo efecto que cuando enciendes la calefacción del coche para desempañar el cristal. Este sistema fue determinante en la derrota alemana de las Ardenas que señaló el inicio del fin de la contienda cuando Alemania  fió su ofensiva a las predicciones meteorológicas que consideraban imposible la defensa aérea inglesa dada la persistencia de las nieblas que se pronosticaban.

La batalla del Ebro y la de Teruel de nuestra vergüenza civil también se libraron y resolvieron en función del clima extremo que las acompañó.

El clima de los veranos gallegos son batallas anuales que frenan el corso de legiones de forasteros ávidos de marisco, playas idílicas  y fiesta rachada, pero también arruina las celebraciones que los aborígenes de estas tierras planifican y esperan ansiosos durante todo el año.

De momento en Galicia no hemos conseguido desarrollar un sistema capaz de controlar eso que llaman «Tiempo Inestable» y que invariablemente nos moja la pólvora de los foguetes y el churrasco de la fiesta.

Suerte de la proverbial capacidad de resignación que nos distingue » e si chove que chova», «vivamos como galegos (pasados por agua)» y  «néboa na ría, sol o mediodía»… Está muy bien pero, como en el chiste cabe decir aquello de: «sí, pero hay alguien ahí que pueda hacer que pare un poquito».

Ya le llega.