La Voz de Galicia
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Es sabido que toda revolución conlleva un periodo de tránsito cargado de inestabilidad y efectos secundarios indeseables que duran el tiempo que se tarda en lograr el nuevo equilibrio. A veces estos efectos colaterales son dolorosos, crueles e irracionales con tendencia a vaciar el agua  de la bañera  de agua sucia con el niño dentro. Excesos que son insoslayables durante el tiempo que dura la consolidación del nuevo orden.

Actualmente algo de esto está ocurriendo con la revolución feminista que tantos logros y tantas conquistas está consiguiendo en lo referente a la igualdad, la conciliación, el rechazo de las conductas machistas, la violencia de género etc… Pero pese a la bondad de estos cambios también se padecen sus excesos, las irracionalidades y exageraciones esperables de toda revolución.

Leía hace poco la noticia de que querían obligar a un camionero  a quitar la imagen de una chica estupenda que llevaba toda la vida pintada en el camión, el argumento era que siendo un transportista de carne, aquella imagen denigraba a la mujer al utilizarla como reclamo carnívoro en el sentido más amplio y retorcido de sus inquisidores.

No sería extraño que dentro de esta lógica fanática de caza de machistas camuflados que hay que exterminar, acabaran quemando en la hoguera de lo absurdo a todos los talleres que tienen esos estimulantes calendarios de chicas exuberantes alegrando el tajo.

Tampoco que prohibieran los pivones que desde hace décadas  se exhiben  en la contraportada del AS y que tan buen regusto dejan tras el sol y sombra en los bares poligoneros.

Ni que se empezaran a quemar los calendarios de bomberos enseñando mazas y tabletas, y boicotear el calendario Pirelli y los desfiles de Victoria Secrets .

Un poquito de por favor que nos estamos pasando de frenada.