Según las últimas estadísticas, en España, uno de cada cuatro hogares son unipersonales, es decir, un cuarto de la población vive sola. En Europa la proporción de la gente que vive en esa situación sobrepasa el cuarenta por ciento y la tendencia es a aumentar.
La población que vive sola se nutre principalmente de viudas y solteros y, la condición de soledad es uno de los factores de riesgo para muchos sufrimientos psíquicos.
Escucho la noticia del individuo que fue hallado muerto en su casa de Vigo gracias al aviso que dio uno de sus casi cuatro mil seguidores en faceboock. El sujeto padecía un síndrome de Diógenes -que consiste en acumular de forma compulsiva las cosas más insólitas en un espacio de salubridad más que cuestionable.
El síndrome no es una enfermedad, sino un conjunto de síntomas que pueden aparecer en diferentes enfermedades psiquiátricas. Pero, se desarrolle donde se desarrolle, el síndrome de Diógenes se da casi exclusivamente en gente que vive sola. Es un patología de la soledad.
Quizás la angustia de ese vacío que a veces produce la soledad se intente llenar acumulando todo tipo de cachivaches inútiles. La soledad puede ser maravillosa pero también devastadora, depende de la historia de cada uno. Hay vidas que son gratas de recordar y otras en las que, como decía Flauvert, los recuerdos en vez de llenar la soledad la hacen más profunda.
Pero lo llamativo del caso de Vigo, es que se trata de un individuo que en el mundo real era un solitario atormentado que no se relacionaba con nadie y, al mismo tiempo, tenía una legión de seguidores en el mundo virtual con los que se mostraba tan activo como para alertar a uno de ellos de que su silencio no era normal.
Un sujeto con nulas habilidades sociales en el mundo tridimensional pero hiperactivo en el virtual; un hombre modular, que puede ser dos cosas a la vez sin estar loco en una y mucho en la otra .
El fenómeno de los Ikikomoris japoneses – esos chavales que viven aislados en su habitación, relacionándose únicamente con el mundo a través de su ordenador- es un antecedente de casos como el de Vigo y de la patología que vamos a empezar a descubrir.
En el mundo que se está construyendo y colonizando, podremos ser locos o cuerdos, encantadores o temibles, según la dimensión donde estemos interactuando.
Tendremos Patología singular. dual o estereofónica, pero siempre estaremos acechados por la misma soledad.
«Naces solo y mueres solo, y en el paréntesis la soledad es tan grande que necesitas compartir la vida para olvidarlo», Erich fromm.
La vida que conocemos y la vida que estamos comenzando a habitar.
Terrible.
Una soledad real envuelta en una gran compañía virtual.
Acumuló cosas y «amigos» feisbuquianos. Uno detectó la falta irreversible.
Un coleccionista es distinto, porque obedece a algún criterio de orden. No era éste el caso.
Nadie sabe qué derroteros seguirá este mundo tecno-científico en el que cada vez tecleamos más y nos comunicamos menos, pero esa estadística sociológica lo sugiere. Tenemos ordenador, estamos conectados con el mundo, estamos unidos a la Nada.
Tu post me evoca dos películas. Una es «Gravity», en donde la protagonista precisa oír una voz humana real, transmitida, aunque sea en chino, aunque no la entienda. Sabe que hay otros que se comunican o se lo parece. Otra es «Her». ¿Quién se resistiría a los encantos de esa cálida voz? Ya sabemos que es un sistema algorítmico, pero… «¿a quién iremos, Señor?» se lee en textos evangélicos, «Tú tienes palabras de vida eterna». De vida, al fin y al cabo. No es casual el revival religioso en su sentido más gregario.
El vacío es brutal. Cuerpos solitarios en grupo que observan sus móviles, tecleándolos como locos… para enseñar su gato, su cena, su pseudo-vida.
¿Cómo no enloquecer?