Dozón. He subido hasta Dozón, en la provincia de Pontevedra y a medio camino entre Santiago y Ourense, para pisar nieve. Una vez al año… No había mucha, y supongo que mis amigos finlandeses se echarán a reír cuando vean la foto que publico. Poca gente por la autovía de pago -casi 6 euros de peaje y otros tantos vuelta es una barbaridad-, tres o cuatro familias en Dozón con los enanos construyendo muñecos de nieve y nada más. Una hora después acabé en un sitio donde yo paraba hace 30 ó 35 años: el bar Fraga, en la carretera que ya poca gente transita, unos metros antes de una gasolinera antes saturada de coches y donde hoy sólo he visto entrar a un par de ellos.
El bar Fraga es muy agradable, con detalles cuidados. Atrás y abajo tiene un supermercado de esos que te salvan la vida cuando te encuentras sin algo porque hay de todo. Pero lo mejor es su dueña. No sé cómo se llama. Habladora y gentil, ahí hay que ir sin prisa y dispuesto a escucharle porque sabe historias de la historia, de una gran anécdota del siglo XIX que hizo rica a una familia: ahí están sus casas para demostrarlo, aunque parece que sólo una de ellas sigue en posesión de una descendiente. El mismo local donde está ahora el bar Fraga pertenecía al grupo, aunque se trata de algo muy anterior: durante dos siglos -afirma la mujer- eso fue parada de postas. Que es lo que hacía yo allí mismo cuando no existía la carísima autovía: parar a reponer fuerzas y dejar que el coche se enfriara tras la larga subida de Lalín. Y pienso volver a seguir escuchando historias de la historia.