La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
Seleccionar página

Señor don Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia:

Esta tarde acudirá usted a Verín a aclarar la situación del castillo de Monterrei. Ese acto de dar la cara ante los problemas le honra.

No he visto con mis propios ojos cuál es la situación de la fortaleza. Simplemente he seguido con sumo interés la noticia por los medios de comunicación, entre los cuales desenvuelvo mi actividad diaria desde hace 45 años, de manera que no tengo una opinión prefijada a priori. La experiencia me enseña que hay que desconfiar, siempre, de que alguien tenga toda la razón, de manera que lo mejor es comprobarlo, algo que no he podido hacer todavía.

Dicho eso, usted no ignora que la fortaleza de Monterrei es la ciudad amurallada más importante de Galicia. Tampoco ignora que frente a ella abre sus puertas -cuando las abre- un parador de turismo, puesto que hace tres Antroidos estuvo cenando usted allí, mientras yo lo hacía en otra mesa. Como igualmente sabe que la antigua secretaria xeral de Turismo, Carmen López Pardo, natural de Verín, defendió ese parador con todas sus fuerzas cuando desde Madrid, hace un par de años, se intentó cerrar por irrentable, consiguiendo que sólo echase el cerrojo en temporada baja (excepto en el Antroido).

Por ello, usted debe conocer que un hotel -de lujo o no- en el castillo de Monterrei semeja sencillamente inviable, una ruina, un despilfarro del dinero público que tanto escasea en estos momentos. Ni se me ocurre pensar en irregularidad alguna por parte de nadie, por supuesto, pero tampoco creo que haya ninguna persona que en su sano juicio quiera hacerse cargo de la concesión, excepto que imitemos finiquitados tiempos soviéticos y sea la propia Xunta la que se haga cargo de la explotación. Le agradezco que recuerde usted lo sucedido con el castillo de Maceda.

En una comarca con alto índice de paro como es la de Verín, Manterrei, Oímbra… podría ser explicable que un monumento sufriese un deterioro razonable a cambio de crear riqueza sostenible. Convendrá usted conmigo en que no es el caso. El deterioro es en este caso gravísimo, con profundas modificaciones en edificios de la Edad Media y del Renacimiento, y todo a cambio de nada.

No creo que proceda aplicar el populismo de «o castelo é noso». Este es, y permítame la disgresión, un país de castros: «a ponte é nosa», «a igrexa é nosa», «o rueiro é noso». Todo menos «este país é noso» y arrimar el hombro en vez de esperar a que el alcalde mande a la brigada de obras a cortar la hierba que rodea la parroquial (le aseguro que es un ejemplo real). Pero la sensatez y la racionalidad económica obligan a frenar de manera radical esas obras en el castillo de Monterrei. No se trata de que alguien gane y alguien pierda, de victorias y derrotas, de vivas y mueras decimonónicas, sino que desde su autoridad moral -más que política- reconduzca la situación al punto del que nunca debió de haber salido: dejar la fortaleza como está a la espera de que mejores tiempos económicos permitan su rehabilitación y su explotación racional sin entrar en una competencia hostelera imposible que sólo conduce a la quiebra.

Confío en usted. Y en que hoy, por la tarde, en Verín, les recuerde a los promotores o ideólogos de las obras lo que decía el gran economista John M. Keynes: «Cuando me equivoco, rectifico. ¿Y usted qué hace?». Será una muestra de grandeza política.

Atentamente,

Cristóbal Ramírez