La Voz de Galicia
Aprendiz de madre
El blog de la crianza y la conciliación
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monSiempre he estado en contra de las manifestaciones del poder como una forma de demostrar superioridad. La familia, desde mi punto de vista, es una democracia y como tal debe administrarse. Sin embargo, Montse me ha enseñado una nueva lección: los niños necesitan límites.
En una ocasión, mi madre (mujer sabia), me anticipó que teníamos que ser más inteligentes que Montse para educarla con amor pero con disciplina. Me advirtió también que la rigidez en la educación dependía totalmente de los padres porque los abuelos estaban más para consentir. Pese a su advertencia siempre he contado con su apoyo para enseñarle a la pequeña las normas básicas de convivencia.
Al principio pensé que todo eso de la educación en la primera infancia era un poco exagerado. Que los niños, en sus primeros meses de vida, lo que más necesitaban era amor y protección. Y sí, necesitan amor y protección. Y disciplina.
Disciplina para que duerman y coman en el horario establecido. Disciplina para que sepan que ellos forman parte de un equipo y que tienen derechos y obligaciones. Pero, ¿cómo hacerle entender eso a un bebé? La respuesta es sencilla: Ellos lo entienden todo.
Y prueba de ello es la facilidad que tiene Montse para señalar con su dedito las cosas que nombramos en voz alta. Y es que desde que tenía dos meses, cada vez que se le cambiaba un pañal o se le daba un baño, su padre, su abuela y yo, le decíamos el nombre de las cosas que utilizábamos: gel, talco, pañal, crema, aceite, loción… Montse abría sus enormes ojos y se quedaba viendo fijamente cada objeto. Cuando cumplió los 6 meses nos dimos cuenta de que aunque no pudiera expresarlo con palabras, sabía distinguir entre un pañal y sus zapatos.
En cuanto empezó a caminar aprendió a coger los objetos que se le pedían. Y hoy, a los 15 meses, sabe recoger sus juguetes y conoce el lugar donde se guarda su ropa, sus cosas de aseo personal e incluso sabe donde están las llaves del coche. Cuando papá dice: «vamos a salir» Montse coge las llages, su chupete y su micky mouse (o a Epi, según el caso). Los niños lo entienden todo. Es una lección que me costó un poco aprender, pero ya la tengo superada. De ahí que poner límites desde los primeros meses sea prioritario.

Pataletas y berrinches

El primer berrinche de Montse fue hace poco. Estábamos las dos en el salón, yo en el ordenador y ella con sus juguetes. De repente se puso de pie y cogió el control de la tele para encenderla. Le pedí que no lo hiciera porque ya estábamos por irnos a la cama. Sin hacer caso a la advertencia encendió el televisor y puso su canal favorito.
Entonces apagué el ordenador y la televisión y dejé el mando fuera de su alcance. Inesperadamente (nunca lo había hecho antes) empezó a llorar y a dar gritos pidiendo el mando. Por unos segundos no supe que hacer, si abrazarla o reñirle. Opté por no hacerle caso. Me senté en el sofá y cogí una revista. En menos de un minuto la niña dejó de llorar, se levantó del suelo donde hacía su pataleta y se me sentó en las piernas. Me quede sorprendida de la eficiencia de esta técnica que alguna vez me sugirió una amiga, experta en estos temas.
Los límites son necesarios. Según los psicólogos, las reglas y la autoridad dan seguridad a los pequeños. Los niños deben aprender que cuando papá o mamá dicen que no, la decisión es inamovible. Los menores necesitan de la guía de los padres por lo que las reglas son la mejor manera de fortalecer la buena conducta y enseñarles buenos modales.
Es difícil poner límites porque no nos gusta enfrenar a nuestros hijos o porque necesitamos de su aceptación constante. Pero no hacerlo provocará enfrentamientos futuros muy difíciles de controlar. A medida que los niños crecen los problemas también crecerán. La respuesta no está en la violencia, sino en la madurez de los padres para enfrentar cada situación desde el principio.