La Voz de Galicia
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27 de enero de 2010, 10 de la mañana hora de California. Steve Jobs, máximo directivo de la compañía Apple Inc. presenta el último producto llamado quizás a revolucionar la informática tal y como la conocemos: el iPad.

Autor: Glenn Fleishman. Licenciado bajo  CC

Autor: Glenn Fleishman. Licencia Creative Commons

Este dispositivo, híbrido entre un “smartphone”, un portátil y un lector de libros electrónicos, quiere convertirse en el acceso definitivo a la sociedad de la información a través de su gran pantalla táctil.

Pocas veces se ha generado tanta expectación y se ha escrito tanto sobre un producto informático que ni siquiera está a la venta aún.

Podríamos hablar de muchos motivos: la maestría en marketing de la compañía de la manzana, el morbo rumorológico que genera su política secretista o incluso el hecho de que puede contribuir a salvar la maltrecha industria editorial y de contenidos.

Todo ello es válido pero, a mi juicio, no es lo importante.

La clave está en lo que comentaba una persona muy allegada a mí, que siempre se resistió a entrar en el mundo de la tecnología, cuando vio el nuevo iPad: por fin voy a poder usar un ordenador sin tener que aprender informática.

Esta frase me impactó profundamente ya que hasta ahora no había caído en que quizás la principal barrera para la popularización real de la informática es la propia informática.

En el magistral relato recomendado a través de Twitter por Enrique Dans, “Internet, el hierro y las letras”, se narra la historia del descubrimiento de dos tecnologías claves para el desarrollo de la humanidad: el alfabeto y el hierro las cuáles tardaron siglos en popularizarse debido a que había muchos intereses creados por clases privilegiadas: los escribas y los artesanos del bronce cuyo poder dependía del mantenimiento de las anteriores tecnologías.

¿Es posible que lo mismo haya pasado ahora? ¿Es la informática, una tecnología sólo dominada por unos pocos elegidos, la barrera definitiva que separa a la humanidad del inmenso potencial y conocimiento que representa la red Internet?

En este sentido parece ir otro artículo muy reciente de Fraser Speirs que lleva por título “Future Shock”. Allí, el autor entona un “mea culpa” al afirmar que (disculpad por la traducción libre):

“Durante años, todos hemos mantenido la creencia de que la informática tenía que ser más sencilla para el ciudadano de a pie. Me resulta difícil llegar a una conclusión distinta de que hemos fracasado totalmente en este esfuerzo.

Secretamente, sospecho, que a los técnicos nos encantaba la idea de que los ‘normales’ dependieran de nosotros para nuestro ‘chamanismo tecnológico’. Esos extraños ritos que sólo nosotros podemos llevar a cabo para curar sus ordenadores, esas proclamas de oráculo que hacemos sobre el futuro y las bendiciones que les otorgamos en sus elecciones de compra.”

Todo esto lo he traído a colación porque me ha recordado lo afirmado, ya hace más de 10 años, por Lawrence Lessig en su libro “Code and Other Laws of Cyberspace (El código y otras leyes del ciberespacio)”, obra clásica de referencia en Derecho Informático: el código es la ley”. Con dicha expresión Lessig aludía a que, en contra de lo que podamos pensar, por encima del poder político y económico, es el “código”, entendido la base de programación de la informática, el que realmente dicta la ley en la Red: “El regulador es el código, es la ley del ciberespacio. Es la forma en que el hardware y el software hacen del ciberespacio lo que es. Ahí es donde se está moldeando el futuro del ciberespacio: hacia la libertad o hacia el control.”

¿Es el iPad, con su nueva forma de acceder a la Sociedad del Conocimiento, la nueva “Ley de Internet”?

¿Nos llevará hacia una Red más abierta o más controlada?

El tiempo, como siempre, nos dará la respuesta.