Este fin de semana, en casa de mis padres, sin previo aviso, me he encontrado con una novedad tecnológica tremenda. Mi hermana, que vive en otra ciudad y suele hablar muy a menudo con mis padres le ha regalado a estos un dispositivo muy elegante que no es otra cosa que una cámara de videoconferencia; el funcionamiento es tan sencillo como intercalarlo entre el equipo básico de telefonía y la clavija telefónica, encenderlo y realizar una llamada a cualquier usuario que tenga un equipo similar. La calidad de imagen no es mala, la velocidad sí lo es y algo que me ha gustado mucho es que permite visualizar una pequeña porción (esquina inferior derecha) de pantalla donde puedes observar lo que está viendo el otro usuario.
En ocasiones, en casa de mis padres habíamos comentado la posibilidad de colocar un ordenador con una cámara de videoconferencia para que se pudieran comunicar con mi hermana, mi cuñado y mi preciosa sobrina, pero siempre llegamos a la misma conclusión, sería un método engorroso para mis padres, que no están acostumbrados a utilizar ordenadores (salvo cuando mi padre me echaba una mano en mi época de «quemador» de CDs, pero esta es otra historia que contaré en otro momento).
Ahora, con este método, la videoconferencia está servida y en cualquier momento, en vez de contentarse simplemente con escuchar la voz de los familiares o amigos, también puedes verles la cara.
Una sorpresa agradable, que me ha gustado vivir.
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