La Voz de Galicia
Serantes
Tecnología y productividad en movilidad
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Hola de nuevo.

Por problemas de salud, debo acudir casi diariamente a casa de mis padres, algo mayorcetes ya. Esto del internet y los ordenadores les ha pillado en un momento en que para muchas personas, en lugar de adaptarse, reciclarse y tomar aquellas cosas que si bien no son indispensables, si nos hacen la vida más cómoda hasta el punto –irónicamente– de hacerse imprescindibles, pues optan por la cantinela de: «…eso no es para mi, a mi edad y con esas cosas… no no no, quita quita, eso pa vosotros los jovenes…»

Son tan duros de mollera hasta el punto que si no es mi hermano mayor el que les convence, aún seguirían pagando a telefónica por una línea básica, y tarificando las llamadas sin ningún plan ni ahorro de ningún tipo. Y es más… Hasta eso costó trabajo, pero lo que hizo que fuera más fácil –irónicamente– fue intentar convencerlos que contratar casi con cualquier compañía el pack internet+llamadas les saldría más económico que lo que estaban haciendo. Era casi como ofrecer un café bien caliente a alguien perdido en mitad del desierto a 40 grados a la sombra. Que nones, ni hablar de la peluca, «que pa qué el interné»… No hubo forma humana de explicarles que pasarían a pagar una cuota fija, llamaran lo que llamaran. No son de colgarse mucho al auricular precisamente, pero viene provocado precisamente por la tarificación por tiempo. Que no… eso de pagar por no usar, y si un mes apenas llamo no sirvió de nada.

Pues ahora, cuando estoy allí y me ven con el iPhone, alucinan. Que eso tan pequeño sirva pa llamar, pa ver fotos –de las leopardas–, pa oir música, pa ver vídeos –otra vez de las leopardas–, y… (redoble de tamborrrrr), ¡¡conectarse a internet!!
«…mira, mira… esta viendo queseyo de perfil personal de Fernando –mi hermano, que a día de hoy es un canarión más como si hubiera nacido allí– y tiene fotos de un viaje… pero… ¿esas fotos no las tienes tu ahí en esa memoria?… ¿que tu hermano las cuelga? ¿de donde y en donde pa que ahora las veamos, con lejos que está Las Palmas? Y digo yo… ¿entonces por qué no se ven las de Vi –Vicente, cariñosamente– que está ahí mismo en Sevilla?»
Momento pausa dramática… casi siento el chisporroteo de la sinapsis neuronal en el cerebro de mi madre, asimilando información, formulándo preguntas y resolviéndolas ella misma en su nivel de conocimientos y comprensión de la materia.
«… Está mu bien esto, pero antes que empieces… esto es pa ustedes los jóvenes, me alegra saber que sabes tanto de tu hermano (por el Canario) o más que nosotros, porque por teléfono no se ven las caras, ni ves fotografías de donde ha estado ni na…»
Y me quedo con el aire que estaba tomando para empezar un nuevo ataque en pos de modernizar y actualizar a mis padres en la medida de lo posible. Lo voy soltando poco a poco y se convierte en un suspiro mientras pienso que, a decir verdad, hace muchos años yo tampoco necesitaba de internet, pero que hoy día se ha convertido en parte de mi rutina diaria. Si un día no me conecto, además de una sensación quizá algo próxima al síndrome de abstinencia, es un gran sentimiento como de culpabilidad por no mirar el correo o de ni siquiera saber cuántos feeds de RSS me han llegado al Google Reader.

Miro a mi madre mientras por su cara adivino que está contenta de ver que aún en la distancia y el tiempo, el contacto con mi hermano de Las Afortunadas sería casi como si no existiera tal distancia, y me cuestiono si hago bien yo, que no depende mi trabajo de feeds, de conexión de alta velocidad, de filtros antispam, de usuarios y passwords en servicios Web 2.0, de iChats… si realmente necesito todo eso, y si me estaré perdiendo cosas del Real Life Time.

Toma reflexión en un momento de mi vida que estaba decidiendo dejarme arrastrar por las corrientes de los programas y apps sobre productividad.

daveimac — Desde mi iPhone