La Voz de Galicia
Serantes
Tecnología y productividad en movilidad
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Necesitamos un freno. Al menos, si vosotros no lo necesitáis, yo reconozco que sí. Estamos haciendo cosas todo el día, todos los días. Y mientras las hacemos, en la mayor parte de las ocasiones nos olvidamos de pensar en qué estamos haciendo y para qué lo hacemos. El foco lo tenemos orientado a cómo hacerlo. No hay nada que nos paralice más que el análisis de cómo hacer nuestras tareas, nuestros deberes, nuestras siguientes acciones. Y es un fallo muy habitual en los trabajadores del conocimiento olvidar el objetivo por el cual están haciendo cosas para centrarse en el buen hacer de esas cosas, lo que sea; tan solo hacer muchas cosas que, al menos, lo mantengan ocupado. Es necesario recuperar los objetivos. Y para eso es muy útil el freno.

El freno no implica que tengas que ir más despacio, tampoco que tengas que hacer menos cosas, solo será una herramienta que te ayudará a ver lo que estás haciendo y a centrar el foco. Así podrás divisar de nuevo tus objetivos. El freno es el momento en el que medites sobre tu futuro (el plazo del futuro lo pones tú) y lo que quieres/tienes que hacer en ese futuro. Ser capaz de pensar durante un tiempo en qué estás haciendo a todos los niveles no es fácil. Quizá necesites anotar en un mapa mental o cualquier tipo de notas que te ayuden a ordenar las ideas que te vayan surgiendo en el análisis. Quizá con cerrar los ojos y pensar de forma ordenada y sin interrupciones (haz que nadie ni nada te interrumpa) sea suficiente para ti. O quizá tu cabeza esté tan bien amueblada que puedes poner este freno cuando quieras, incluso cuando vas en el metro de camino a tu trabajo. Busca el momento de echar el freno y aclara lo que estás haciendo y por qué lo estás haciendo. Hazte esas preguntas.

Es una forma de recuperar el control. Eso, siempre que hayas tenido la sensación de haberlo perdido. Si eres de los de «yo controlo», entonces felicidades, tu control es envidiable. Si no controlas tanto, quizá te suene esta famosa fábula en la que durante la construcción de la catedral de Santiago, uno de los supervisores de la obra preguntó a un trabajador de la piedra qué estaba haciendo en esos momentos: «Picar piedra señor» fue la respuesta del hábil picapedrero. Esto pasó en la Plaza de la Quintana. Más adelante, siguiendo su supervisión, encontró a otro artesano que trabajaba en la misma tarea que el anterior, pero a la altura de la Plaza del Obradoiro y le hizo la misma cuestión; pero esta vez la respuesta fue diferente: «Construyendo una catedral señor».

De vez en cuando se necesita recuperar la noción de estar construyendo catedrales en lugar de estar picando piedras. Tu día a día consistirá en estar rodeado de piedras, algunas más asequibles y otras más difíciles de trabajar, eso no va a cambiar. Lo fácil es que te veas picando piedras y pienses que eres un esforzado picapedrero, lo menos fácil y lo más valiente además de aconsejable es que te veas como un constructor de catedrales. Estás haciendo un montón de catedrales. Tu herramienta para poder tener la visión adecuada es el freno. Es pensar. ¿Piensas?

Saludos

David Serantes