La Voz de Galicia

Prejuicios

Son esas cosas que se te ocurren de repente. Estaba explicando cómo funcionan los prejuicios. Decía que los necesitamos, que resultan necesarios e inevitables, porque no podemos pasarnos la vida replanteándonos todo. Decía que lo malo de los prejuicios fuertes radica en la imposibilidad de revisarlos incluso cuando la realidad los aplasta. Esa contumacia frente a la realidad sí que nos pervierte. Explicaba también que esto sucede a quienes no acostumbran a pensar las cosas y carecen, por lo tanto, de criterio. El criterio y la mera opinión se diferencian en que el primero se apoya en principios y la segunda en modas, de ahí que cambie muy fácilmente. En estas caí en la cuenta de que, en el fondo, las culturas son el compendio de nuestros prejuicios. Una cultura consiste en la suma de los principios que no revisamos, que aceptamos de un modo connatural, por inercia casi.
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Enseñanza diferenciada y sentido común

Escribe García-Máiquez en el Diario de Sevilla de hoy:

«Entre los pedagogos, unos consideran mejor la enseñanza diferenciada, otros la mixta. Todos tienen sus razones. Lo prudente sería que los políticos no tomarán partido por ninguna de las posturas y dejasen que los padres eligieran sin trabas lo que consideren más conveniente para sus hijos. Pero si se retiran los conciertos, sólo las familias con dinerito podrán optar por los colegios no mixtos, que serán exclusivamente privados. Imaginemos por un momento (como hipótesis de trabajo) que la educación no mixta fuese más eficaz: se estarían perpetuando los privilegios de clase.
No hace falta, sin embargo, construir hipótesis. Basta con la realidad. Si ambas educaciones presentan sus propias ventajas y son respetuosas con los derechos de los niños, ¿por qué no permitir (y alentar, incluso) que convivan los dos sistemas, abriendo así el abanico de la libertad? La tentación del totalitarismo

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Un suponer

Suponga que usted es una persona libre, en un país libre, con instituciones libres y libertad de educación reconocida en la Carta Magna. Suponga que tiene usted una renta baja, algún o algunos hijos, ideas claras sobre cómo quiere educarlos y voluntad de hacerlo tanto en casa como en el colegio.
A la hora de buscar un centro educativo, intentará discernir cuál se acerca más a sus ideas filosóficas, religiosas e incluso pedagógicas. Es probable que en un país libre la oferta sea lo suficientemente amplia como para que dé con uno que se ajuste a sus preferencias, algo que no ocurre en los regímenes controlados, donde lo primero que se somete a la disciplina del poder es la comunicación y la educación.
Pues en España, país libre, depende: si no le gusta la enseñanza pública —o le parece una lotería, vinculada a cómo se conforme el profesorado del centro … Seguir leyendo