La Voz de Galicia

En la política española, mirado con perspectiva, lo que aparece como nuevo es más viejo que la pana, y lo que se considera ahora viejo resulta que es de ayer mismo. Lo viejo son casi dos siglos de gobiernos frágiles e inseguros, de pocos meses, que gastaban todas sus energías en la lucha por mantenerse, salvo en los paréntesis largos de las dictaduras, e incluyendo las dos repúblicas y los primeros gobiernos de Suárez. Lo nuevo acontece después de la primera victoria de Felipe González, que inaugura treinta y cinco años de gobiernos estables, capaces de hacer cumplir la tan citada profecía de Alfonso Guerra: «A este país no le va a conocer ni la madre que lo parió». Es decir, treinta y cinco años de gobiernos democráticos que, bien o mal, gobernaron. Treinta y cinco años de estabilidad.

No había caído en la cuenta de esa endeblez endémica de nuestros gobiernos hasta que leí hace unos días el artículo del profesor Higinio Marín «Lo nuevo y lo castizo (de casta)». Describe lo anterior con más detalle y concluye: «Con sus lacras, los últimos treinta y cinco años han supuesto en el conjunto de la historia moderna y contemporánea el episodio de convivencia cívica y prosperidad general más meritorio, digno y ennoblecedor. Los logros comunes implicaron casi siempre moderación, renuncias y balances equilibrados entre ideología y convivencia. Lo castizo en España ha sido y vuelve a ser hacerse políticamente incapaz de esa templanza».

Conviene recuperar la política sin ingenuidades utópicas ni adanismos ridículos: «No hay hombres o políticos nuevos sin las debilidades de los anteriores. La historia nunca empieza con uno mismo ni es irrelevante lo que se hizo bien».

La Voz de Galicia, 14.marzo.2015