La Voz de Galicia

En contra de lo que tantos vaticinaron, la caída del muro de Berlín no supuso un triunfo del modelo occidental y de la democracia, sino más bien su crisis, la puesta en evidencia de una falta de identidad, de ideas y de líderes en un contexto mucho más complejo que el anterior: el del blanco y negro y los dos bloques de la guerra fría. Se habla de crisis de la democracia por todas partes, y me parece que esa crisis se debe al intento de mantener la simplificación dualista en un mundo casi completamente distinto, que necesita menos simplificación y más interpretación. Pero la interpretación de calidad no abunda, sino la otra, la atrincherada, la de buenos y malos, la tabernaria, la de aquellos que escriben para quedar bien.

Como es lógico, el mal se ha contagiado a la política, de la que han desaparecido aquellos personajes a los que solíamos llamar «hombres de Estado», líderes fuertes y a la vez, profundos conocedores de las habilidades y recursos del juego político nacional o internacional. Pero, sobre todo, hombres y mujeres que pensaban más allá y ofrecían ideas grandes. A veces resulta difícil distinguir las ofertas de los partidos, tan chatas todas, tan pegadas a lo económico, a lo inmediato, tan sin grandeza. Buen caldo de cultivo para los utópicos, como ha sucedido siempre a lo largo de la historia.

El mundo entra en otra era y necesitamos intérpretes y escritores que sepan recomponer nuestra narrativa deshilachada. Por eso me alegró tanto que los Premios Fernández-Latorre distinguieran este año a Barreiro Rivas, que escribe hurgando en lo complejo, sin reducirlo a una simplificación empobrecedora en la que caben todos los odios y ninguna solución.

Publicado en La Voz de Galicia, 22.noviembre.2014