La Voz de Galicia

La sobredosis de información, especialmente cuando es de baja calidad, puede resultar más dañina para el cerebro que la de drogas. Quien se expone demasiado y carece de sentido crítico, acaba peor que loco. No me refiero ahora al modo simplista de contar crisis complejas como las de Ucrania o Siria, donde Al Asad, finalmente, está ganando su guerra y riéndose de la yerma primavera árabe. Me refiero a dos acontecimientos inexplicables: la desaparición del avión hace dos meses y el secuestro de las trescientas cincuenta niñas nigerianas hace cuatro semanas.

De las niñas no se sabe la identidad ni nadie ha publicado sus fotografías, ni siquiera de las casi cincuenta -imagínenlo- que consiguieron escapar de la selva. Se sabe, sin embargo, que entre las secuestradas no estaban las hijas del director de la escuela -por cierto, cerrada por razones de seguridad hasta unos días antes- ni las de ninguno de los profesores. De los secuestradores tampoco se sabe gran cosa: un nombre absurdo y la cara, que nadie acierta a identificar, del supuesto líder que reivindicó la barbaridad en YouTube. Todo esto y más se lo leí ayer a un periodista nigeriano. Podría proceder ahora a repartir culpas. Como en el caso del avión que seguimos buscando, justo cuando parecía que había más satélites que personas, justo en la época en que despegan dos cazas en cuanto se produce la más mínima alteración de un plan de vuelo. Pero cuando ya me disponía a repartir las culpas, leí que dos burdeles de Lugo generaron tres millones de beneficios en tres años y pensé que las culpas ya están suficientemente repartidas.

Publicado en La Voz de Galicia, 10.mayo.2014