La Voz de Galicia

Si preguntáramos a un ciudadano cualquiera qué ocurre en Ucrania y por qué, las respuestas variarían desde un amplio «no sé» hasta una historia en blanco y negro, sin matices, sobre el dictador Yanukóvich que fue desplazado del poder por su pueblo, pese a una sangrienta represión. Pocos sabrán que el presidente ucraniano había sido legítimamente elegido en las urnas y, por lo tanto, ilegítimamente depuesto; que en las refriegas murieron casi tantos policías como opositores; que estaba en juego una alianza precaria con la UE, sin apoyo económico de Europa, que pondría en peligro sus exportaciones industriales a Rusia y dejaría temblando el país; o que Putin es más cercano a Timoshenko -la opositora excarcelada- que al propio Yanukóvich, etc.

La disrupción tecnológica de lo digital, sin duda, es importante en la crisis que atraviesa la industria de la comunicación. Pero el principal problema sigue siendo que no se hace periodismo de calidad suficiente. Como consecuencia, la gente no lo necesita para vivir: para ser más libres y poder tomar decisiones gracias a un buen conocimiento de los hechos. Ya ocurrió con Siria -tampoco sabíamos por qué debería importarnos- y con casi todos los países de la llamada primavera árabe: la narrativa se resumió en el reconocible esquema del dictador contra su pueblo, tan fácil de contar en su simplificación como insuficiente para dar cuenta de la complejidad real y formarse criterio. También a menudo sucede lo contrario: los ciudadanos no quieren saber y los medios callan para no incomodar. Otra equivocación, porque el lector agradece que la realidad le interpele e incomode. Por eso y para eso es lector.

Publicado en La Voz de Galicia, 1.marzo.2014