La Voz de Galicia

Dice el Diccionario que atender es «mirar por alguien», definición sabrosa que abarca de algún modo todos los demás significados: mirar por alguien en el sentido de cuidarlo y en el sentido de estar pendiente o prestar atención. Atender compromete los cinco sentidos y, además, la inteligencia, la imaginación y la memoria. Atender es un verbo de acogida y de entrega. Implica recibir al otro y ponerse en su lugar, querer entenderlo como él mismo se entiende, para ayudarle, para permitir que nos ayude o ambas cosas a la vez. Padres e hijos se atienden de manera diferente a como se atienden profesores y alumnos o médicos y pacientes.

El verbo atender conjuga de maravilla acción y contemplación: solo quien atiende, entiende. Solo quien entiende está capacitado para atender con eficacia. También enhebra acción y omisión: para atender de verdad, hay que desatender todo lo demás. Un médico no puede atender el móvil mientras atiende al paciente, tampoco el paciente debe responder mensajes mientras atiende al médico. He visto ambas cosas. La mayor parte de las desgracias se producen por atender mal o desatender, desde los accidentes de circulación a los desamores trágicos.

Las llamadas para captar nuestra mirada y nuestra escucha se multiplican a diario en nuestro mundo multitarea. Podemos ceder a la dispersión o resistir. Si cedemos, enajenamos en la fugacidad nuestros pensamientos y afectos. Educarse consiste en encabezar la resistencia en favor de la delicadeza interior y el silencio que permiten la reflexión. De Eichmann, el nazi que llevó a miles de judíos a las cámaras de gas, decía Hannah Arendt que no era tonto ni malo, sino simplemente irreflexivo.

Publicado en La Voz de Galicia, 12.octubre.2013